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Bogotá, Colombia - América

Hacia un nuevo sistema educativo, radicalmente diferente

Por: Óscar A. Pérez Sayago, Secretario General de la CIEC.

Estamos viviendo una crisis que nunca imaginamos. Una crisis que afecta a todo el mundo y que nos ha obligado a repensar lo que hacemos, cómo vivimos y cómo nos relacionamos consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Una crisis que nos obliga a repensar el futuro.

La crisis actual desnuda la realidad y evidencia la inequidad y desigualdad de los sistemas educativos de nuestros países. Retomo a continuación algunas evidencias del impacto de la pandemia sobre la educación, específicamente en nuestra región América Latina (Azmitia, 2020, pp. 12–19):

  1. Se interrumpe el aprendizaje en la escuela.
  2. Se deja de ofrecer alimentación.
  3. Se evidencia una falta de preparación de los padres para la enseñanza a distancia o desde la casa.
  4. Acceso desigual a las plataformas de aprendizaje digital.
  5. Ausencia de calidad y significancia en el uso de la virtualidad en el hogar.
  6. Insuficiencias en materia de cuidados de la niñez.
  7. Tendencia al incremento de las tasas de abandono escolar.
  8. Fuerte migración de la educación privada a la educación pública.

El contexto actual de la postpandemia en América Latina plantea a los sistemas educativos el desafío de trabajar en distintas líneas, con el fin de priorizar el bienestar de los estudiantes en un contexto de incertidumbre. Es necesario abordar, por ejemplo, el apoyo emocional a los estudiantes, de manera que se mantenga el vínculo entre la escuela, los estudiantes y sus familias.

Por otro lado, la responsabilidad que tienen en estos momentos los países a la hora de considerar qué estrategia seguir con sus procesos evaluativos, no es un tema menor dentro de todas las decisiones que están tomando. Y aunque no existe una receta que se ajuste a todos los casos, hay un par de ideas generales que deben ser consideradas. La evaluación seguirá́ siendo una herramienta indispensable en el proceso de enseñanza-aprendizaje, al ser el mecanismo que permite la retroalimentación y el monitoreo de los aprendizajes de los estudiantes.

En el contexto actual, resulta imperioso ampliar los esfuerzos hacia las evaluaciones formativas. Estas deben permitir a los maestros y directivos tener información del estado del aprendizaje de los estudiantes, con el fin de conocer dónde está cada niño/joven y qué estrategias parecieran estar funcionando mejor, para así adecuarse a sus necesidades. Los maestros y directivos, por otro lado, deben ser cuidadosos respecto a los instrumentos a utilizar, definiendo muy bien sus propósitos.

Se debe recordar que no existe una receta única para todos los países. La pandemia actual está teniendo impactos disímiles, y su evolución requiere de respuestas rápidas, innovadoras y adecuadas a las necesidades de cada país. Contar con experiencias de otros países, así́ como con aportes de los maestros y expertos es indispensable. Esto permitirá́ ampliar las formas de trabajar el currículum y de evaluar, para retroalimentar al estudiante y mejorar la acción pedagógica. Ante todo, resulta fundamental que la toma de decisiones ponga en el centro a los estudiantes, sus necesidades, y sus problemáticas, centrándose en su bienestar y en sus aprendizajes, y asegurando que nadie se quede atrás.

A continuación, menciono algunas propuestas para una educación postpandemia:

  1. Avanzar hacia un nuevo paradigma educativo: pasar de la enseñanza al aprendizaje.
  2. Centrar todo el proceso educativo en la vida: conocer en profundidad lo que estamos viviendo.
  3. Educar en y para la incertidumbre: todo proceso humano es siempre imprevisible.
  4. Promover procesos educativos con calidad y calidez: lograr aprendizajes significativos para la vida fomentando la autoestima, fraternidad y solidaridad.
  5. Promover aprendizaje autónomo, la creatividad y la investigación.
  6. Fomentar el espíritu crítico: ver de manera más ojetiva la realidad.
  7. Invertir en tecnología y educación virtual: apostar por la equidad digital.

La pandemia ha puesto de relieve y ha agravado algunos problemas ya existentes, especialmente la brecha entre las clases sociales. Esto hace que muchas personas corran el peligro de perder la esperanza. La desigualdad que se vive revela una enfermedad social; un virus que proviene de una economía enferma; fruto de un crecimiento económico que ignora los valores humanos fundamentales.

Sin embargo, como dice el Papa Francisco: “debemos recordar que Dios nos dio la tierra ‘a todos’ para que la cuidáramos y la cultiváramos. Nosotros somos administradores de lo que el Señor nos ha otorgado y estamos llamados a asegurar que sus frutos lleguen a todos, no sólo a unos pocos. Sin embargo, observamos que el homo sapiens, llamado a ser solidario, se deforma y se convierte en una especie de homo œconomicus, que busca su propio interés de forma individualista”.

Necesitamos actuar todos juntos, con la esperanza de generar algo diferente y mejor en la educación y en la sociedad. La esperanza cristiana, arraigada en Dios, es nuestra ancla. Así lo entendieron y practicaron las primeras comunidades cristianas que, viviendo también tiempos difíciles, se sostenían recíprocamente y ponían todo en común.

Finalmente, retomo las palabras del Papa Francisco “pensemos en los niños. Lean las estadísticas: cuántos niños, hoy, mueren de hambre por una no buena distribución de las riquezas, por un sistema económico como he dicho antes; y cuántos niños, hoy, no tienen derecho a la escuela, por el mismo motivo. Que esta imagen, de los niños necesitados por hambre y por falta de educación, nos ayude a entender que después de esta crisis debemos salir mejores”.

#SomosEscuelaCatólicaDeAmérica.
Fuente: CIEC.

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