Por: Óscar Elizalde Prada – El Tiempo
Casi nueve horas y media transcurrieron entre el primero y el segundo comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano sobre la salud del Papa Francisco, el pasado miércoles 7 de junio. En la primera comunicación, enviada a los periodistas acreditados en la Santa Sede sobre las 10:18 a.m., su director, Matteo Bruni, anunciaba que “el Santo Padre, al término de la Audiencia General, se dirigió al Hospital Universitario Agostino Gemelli, donde a primera hora de la tarde será sometido, bajo anestesia general, a una laparotomía y cirugía plástica de la pared abdominal con prótesis”.
En segundo mensaje, enviado por Bruni a las 7:40 p.m., detallaba que “la intervención quirúrgica y la anestesia general se llevaron a cabo sin complicaciones”, subrayando que “el Santo Padre reaccionó bien a la cirugía”.
Consultado por EL TIEMPO, el Dr. Elkin Sánchez, Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de La Salle, explica que “la laparotomía es una estrategia quirúrgica que consiste en abrir todo el abdomen mediante una incisión vertical en todo el centro. Por tanto, es opuesta a la laparoscopia que solo utiliza dos pequeñas incisiones laterales”. “A Francisco no le hicieron laparoscopia –continúa el académico– porque, al tratarse del intestino grueso, no es la indicada”.
De este modo, el tipo de cirugía que le fue realizada al Obispo de Roma esta semana (laparotomía), por sus características, “debilita la pared abdominal exigiendo una prótesis abdominal que va dentro, tiene textura como de una malla y va a permitir un postoperatorio mucho más tranquilo”, detalla el Dr. Sánchez, recordando que “la hernia que el Papa tiene fue una secuela de la primera cirugía [en 2021] y se ha aprovechado la laparotomía para corregir esta herniación”.
Esa misma noche, en una breve rueda de prensa transmitida por Vatican News desde el Hospital Gemelli, el mundo conocía las declaraciones del cirujano que lideró el procedimiento, el Dr. Sergio Alfieri, director del departamento médico-quirúrgico de ciencias abdominales y endocrino-metabólicas: “¡el Santo Padre está bien, está despierto, consciente, y ya ha bromeado conmigo!”, dijo, luego de explicar los detalles del procedimiento que se le había realizado. “El Papa Francisco está alerta y consciente y agradece los numerosos mensajes de cercanía y las oraciones que le han llegado desde el primer momento”, concluía Bruni, el portavoz del Vaticano.
Como en otras oportunidades, el caudal de “noticias de última hora”, informes “en directo desde el Vaticano”, portadas y destacados en todos los medios, a nivel mundial, no se hicieron esperar. La ‘primicia’ mantuvo en vilo a creyentes y no creyentes, la zozobra y la perplejidad se hicieron patentes en el Vaticano como en los católicos de a pie, y, por supuesto, lo mismo que en otras ocasiones, corrió mucha tinta por cuenta de intrigas y cábalas sobre lo que estaba sucediendo o lo que podría llegar a ocurrir.
Se trataba del tercer episodio médico del Papa, a sus 86 años, en lo corrido de este 2023 –y posiblemente el de mayor cuidado–. Hace apenas unos días, el 26 de mayo, Francisco canceló su agenda debido a un cuadro de fiebre que, por fortuna, no trascendió, pues al día siguiente retomó sus actividades con normalidad. Asimismo, el 29 de marzo, ad portas del inicio de la Semana Santa, el Papa fue hospitalizado durante varios días en el Gemelli para atender una “bronquitis de base infecciosa” –excluida la infección por covid-19–, que requirió una terapia antibiótica intravenosa.
En aquella oportunidad fue llevado en ambulancia al hospital, donde permaneció por cuatro días, luego de sentir un dolor en el pecho cuando ya se encontraba en su residencia de Santa Marta, tras presidir la habitual audiencia de los miércoles. Fue también en esos días cuando el Papa bautizó al pequeño Miguel Ángel y se encontró con los niños del pabellón de oncología pediátrica y neurología infantil en su paso por el policlínico, como también lo hizo en julio de 2021, cuando fue operado por una estenosis diverticular en el colon.
El viernes pasado, en el segundo día de su recuperación, el Papa llamó por teléfono a la joven madre de Miguel Ángel, Marcela Pariona, de origen peruano, a quien ya había saludado hace un tiempo aconsejándola con su fino humor: “ya es cristiano, cuando vayas a la parroquia di que le ha bautizado el Papa”, le dijo. En esta ocasión, Marcela y su familia querían transmitirle a Francisco su cariño y deseos por su pronta recuperación, con un cartel y una dedicatoria: “sólo podemos darte las gracias por bendecir a nuestro hermano y desearte de todo corazón que te mejores, nos gustaría conocerte en persona y pasar una tarde juntos, para que conozcas mejor a nuestra familia, tu familia, porque ya formas parte de nuestra vida”.
Lo humano y lo divino
¿Por qué la salud de los papas –la de Francisco y la de sus predecesores– acapara la atención planetaria y mediática? “La salud de los papas nos lleva a recorrer los vericuetos vaticanos y a constatar su terrenalidad, esencia de la Iglesia immaculata ex maculatis que describió San Ambrosio”, advierte el periodista argentino Nelson Castro en el prólogo de su libro La salud de los papas (Aguilar, 2020). La expresión latina ‘immaculata ex maculatis’ hace parte de los comentarios al Evangelio de Lucas de este emérito padre y doctor de la Iglesia del siglo III de la era cristiana, y en palabras del vaticanista Sandro Magister, “significa que la Iglesia es santa y sin mancha, aun cuando acoge en ella a hombres manchados de pecado”.
La cuestión de la salud de los papas sería, entonces, la materialización de la perenne fascinación que produce la tensión entre lo terreno y lo divino, lo profano y lo sacro. En los límites de la humanidad, en la debilidad, y en la vulnerabilidad de la enfermedad, emerge, para muchos, la luz de la fe, de la confianza en la divinidad, de la esperanza contra todo pronóstico, del “dejar todo en manos de Dios”. Lo mismo ocurre con el Sucesor de Pedro, a ejemplo del Nazareno, que siendo el Hijo de Dios –a quien llamó Abbá, Padre– no abandonó su humanidad, más bien, “encarnó” en ella su divinidad.
Por eso la faceta humana y sencilla de Francisco seduce a las multitudes y a sus seguidores –aunque también incomoda a varios, hay que decirlo–, porque su liderazgo espiritual no riñe con su humanidad, ni la niega. Se reconoce frágil, por eso asiste a los controles médicos programados, como el del pasado 6 de junio, que le llevó a suspender su agenda durante la mañana.
Tampoco tiene problemas en reconocer su historial médico, como lo detalla Castro en el último capítulo de su libro que es, posiblemente, el más completo y agudo ‘diagnóstico’ sobre la salud de Jorge Mario Bergoglio, antes y después de su elección como pontífice, en la voz de su protagonista, quien, además, propició la entrevista con el periodista argentino, en octubre de 2017, para “contarle sus neurosis”.
El gobierno de la Iglesia
Más allá de estos sucesos médicos y de los fuertes dolores que desde hace un tiempo padece en una de sus rodillas, y que lo obligan a desplazarse a paso lento, con la ayuda de un bastón o en silla de ruedas, la salud del Papa Francisco no ha comprometido su servicio y su liderazgo en la Iglesia y en la sociedad. Antes bien, en cada audiencia pública, en cada discurso, en cada homilía, en cada decisión, lo mismo que en sus acostumbrados gestos de cercanía y humanidad, continúa inspirando y orientando a su grey, como lo ha hecho desde el primer día de su elección como Pontífice, hace más de diez años.
Sin embargo, sigue siendo evidente que cada situación que atañe a la salud de Francisco viene acompañada de intrigas, sospechas y rumores alimentados por sus más férreos detractores. Algunos de ellos militan en abierta oposición, sin sonrojarse, mientras que otros actúan como “lobos en piel de ovejas”. En estos días, incluso, no faltó la cizaña de quienes ponen en duda que el Papa pueda gobernar ante los efectos que le podría generar la anestesia general o durante su convalecencia en el hospital. Sobre lo primero, el Dr. Alfieri salió a desmentir, el mismo día de la cirugía, aquel mito sobre Francisco y la anestesia: “el Santo Padre nunca ha tenido un problema, ni hoy ni hace dos años; ningún problema en ninguna de las dos ocasiones”, dijo. Sobre lo segundo, fue el propio Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, número dos del Vaticano, quien aseveró, sin titubear, que no habrá “traspaso de poderes” durante la hospitalización de Francisco en Gemelli. “Está categóricamente excluido”, reiteró, al tiempo que explicó que el Papa “permanecerá en el hospital el tiempo que sea necesario y luego retomará su actividad, incluso desde la cama, al servicio de la Iglesia. Si hay cosas urgentes, las llevaremos allí”, según recoge el diario italiano Libero Quotidiano. Fin de la diatriba.
Por lo pronto, si bien las audiencias del pontífice se aplazarán al menos hasta el 18 de junio, como se ha dicho desde la Oficina de Prensa, permanece inamovible en la agenda del Papa su esperada participación en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Lisboa (Portugal), del 2 al 6 de agosto, y su recién anunciado viaje a Mongolia entre el 31 de agosto y el 4 de septiembre.
La última vez que estuvo internado en el Gemelli, al salir en la mañana del 1.º de abril, se detuvo a consolar a una pareja que había perdido a su hija la noche anterior y saludó a los periodistas exclamando: “sigo vivo”. Quienes habíamos orado por su recuperación nos alegró verlo de nuevo con su sonrisa contagiosa, y en esta oportunidad también la aguardamos.
Publicado en El Tiempo.
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