Oscar A. Pérez Sayago
El amor es la mayor fuerza que existe en el universo, en los seres vivos, en los humanos y en Dios, porque el amor es una fuerza de atracción, de unión y de transformación. El amor es la más alta expresión de la creatividad y de la invención. También encuentra una feliz expresión en el cuidado, porque todo lo que amamos también lo cuidamos, y todo lo que cuidamos es porque lo amamos.
En el ser humano, el amor se convierte en el móvil principal de las acciones humanas. Ha sido esta relación de amorización y de cuidado lo que ha permitido a nuestros ancestro homínidos y antropoides dar el salto hacia la humanidad. Cuando salían para recolectar alimentos y para cazar, no consumían el fruto individualmente, lo llevaban al grupo y allí lo compartían fraternalmente entre todos, junto con sus afectos. El lenguaje, característica propia de los seres humanos, surgió dentro de este dinamismo de amor y cuidado mutuos.
El amor se orienta hacia el otro. Significa siempre una aventura abrahámica, la de dejar su propia realidad e ir al encuentro del diferente estableciendo una relación de alianza, de amistad y de amor con él. De aquí nace la ética.
El amor es tan central en el cristianismo porque el otro es el camino indispensable para llegar a Dios, el cual se hizo otro por la encarnación. Sin pasar por el otro, sin el otro más que otro que es el hambriento, el pobre, el forastero y el desnudo, no se puede encontrar a Dios ni alcanzar la plenitud de la vida (Mt 25, 31 – 46). Este salir de sí hacia el otro para amarlo en sí mismo, sin retorno, incondicionalmente es el más humanizador que podamos imaginar. Este amor es un solo movimiento, que va al otro, a la comunidad de la vida y a Dios. Amaral otro, sea la Madre Tierra, el ser humano o cada representante de la comunidad de la vida, es darle razón de existir. No hay razón para existir. La existencia es pura gratuidad. Amar al otro es querer que exista, porque el amor hace al otro importante.
Solo educando para amar y cuidar la vida con amor, la educación estará a la altura de los desafíos que nos vienen. Este amor respeta la alteridad, se abre a ella y busca comunión que enriquece a todos. Hace que los distantes sean próximos, y los próximos hermanos y hermanas.
