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Bogotá, Colombia - América

Vida Espiritual con la Casa Común

Vida Espiritual con la Casa Común

Oscar A. Pérez Sayago

La vida espiritual surge en nosotros cuando pasamos de la cabeza al corazón, de las doctrinas a la experiencia. Una cosa es decir que la Tierra es Madre, con lo que apenas tenemos un nuevo concepto acerca del planeta, y otra distinta es sentir interiormente y en la totalidad de nuestro ser que la Tierra es Madre.

Al respirar sentimos que es la Madre la que nos da el aliente para vivir. Cuando comemos experimentamos existencialmente la generosidad de nuestra Madre, que nos ofrece todo lo que necesitamos y con mucho gusto saboreamos, sobre todo cuando con espíritu de comensalidad estamos todos sentados a la mesa como la gran familia reunida.

Cuando elevamos la mente a Dios, ella nos induce al agradecimiento, a la alabanza y a la unción. Y, finalmente, cuando llega el fin de nuestro viaje, es ella la que nos hace entender que morir es un terminar de nacer para Dios y que fuimos llamados por Dios para vivir eternamente con él en un mundo que nos ha preparado para toda la eternidad.

El cuidado de la Casa Común debe estar reforzada por un sentido espiritual de la vida que genera en nosotros un sentido de equilibrio y plenitud, y hasta una alegría y una paz interiores por haber hecho el bien y por habernos abierto a los demás, alegría que sólo la espiritualidad puede otorgar.

Está en la base de una cultura de la paz serena que produce la tranquilidad y exorciza todos los miedos, pues somos acogidos por la Madre bondadosa y por Dios, quien en su actuación en la historia resultó ser un Padre y una Madre de infinita ternura y bondad.

Solo el cuidado asegurará la sostenibilidad del Sistema-Tierra con todos los seres vivos de la comunidad de la vida, entre los cuales se encuentra el ser humano, un eslabón entre otros, de esta vasta corriente de la vida, pero un eslabón con una responsabilidad única, la de ser el guardián y cuidador de la herencia que Dios mediante el proceso cosmogénesis nos ha confiado.

Su misión es la del jardinero, como afirma el Génesis, cuyo trabajo es cuidar el jardín del Edén para que sea fecundo y hermoso. La Carta de la Tierra y el Papa Francisco nos despertaron oportunamente para esta nuestra misión esencial y urgente.

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