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Bogotá, Colombia - América

Una pedagogía apasionada por la vida

Una pedagogía apasionada por la vida

Por: Óscar A. Pérez Sayago – Secretario General de la CIEC.

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”[1].

La creación entera lleva en sus entrañas el germen de la vida y tiene como meta la aparición del ser humano, imagen y semejanza del Creador[2], plenitud de la vida, de la conciencia y del amor en el universo. El relato de la creación muestra cómo, a medida que va apareciendo la vida para culminar en la creación del ser humano, a cada palabra creadora de Dios: “Hágase”, corresponde: “Y vio Dios que era bueno, bello[3][4] y al aparecer finalmente la especie humana, hombre y mujer, “vio Dios que todo era muy bueno, muy bello”[5]

La vida, la conciencia y el amor son la razón de ser de la acción creadora de Dios, siendo lo más valioso, el valor absoluto de todo lo creado. Brota de ahí el carácter sagrado de la vida, particularmente de la vida humana, y, en consecuencia, el mandamiento perentorio de defenderla: “No matarás”.

La vida en su integralidad es sagrada, tanto la de la naturaleza como la vida humana, porque ambas forman parte y dependen mutuamente en ese inmenso ser vivo que es el cosmos.

La vida que Dios comparte con la creación entera, no es efímera, sino que es vida imperecedera, “porque tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”[6]. Jesucristo “autor de la vida”[7], ha venido al mundo para que tengamos vida, y la tengamos en sobreabundancia[8]. Por eso pasó toda su vida haciendo el bien, sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo, curando los corazones rotos, devolviendo la dignidad a los excluidos, haciendo renacer a la esperanza a los decepcionados.

Así como el amor apasionado por la vida estuvo en el corazón de la misión evangelizadora de Jesús, del mismo modo debe estar en el centro de todo proyecto educativo inspirado en el “Evangelio de la vida[9]“.

Este principio fundante de la pedagogía de Jesús debe llevarnos, como educadores católicos, a formar a la niñez y a la juventud en un conjunto de actitudes que hagan que la vida plena sea posible no sólo para todo ser humano sino también para la creación entera.

El siguiente “decálogo del amor por la vida”, lo expresa admirablemente, pudiendo llegar a ser un auténtico proyecto de vida por su inspiración desde el Evangelio:

Amar la vida que se nos ha dado por amor y en amor: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna[10]. Amarla cada día con pasión; amar la propia vida y la vida de cada persona; la vida naciente y la vida ya gastada. Todos los mandamientos no son sino la expresión de este: “Amarás la vida con pasión”. Sólo un verdadero amor sabe custodiar y defender la vida.

– Admirar la vida: “Y vio Dios que todo lo que había creado era muy bueno, muy bello”[11]. El amor nos invita a admirar, a dejamos envolver y sorprender por la vida, a contemplarla en su misterio y a sentir las ganas y el gozo de vivir; y a gritar desde el fondo del corazón: ¡Que maravillosa e incomparable que es la vida!

– Agradecer la vida: “Todo cuanto hagan o digan, háganlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de Él[12]. El amor desencadena el agradecimiento. Agradecer al “autor de la vida” el gran regalo recibido, el don insustituible e irrepetible. Porque nadie verá jamás el mundo con mis ojos, ni acariciará con mis manos, ni rezará con mis labios, ni amará con mi corazón. La vida del creyente es siempre acción de gracias.

– Respetar Ia vida: “La sangre de tu hermano me grita desde la tierra”[13]. “No matarás”[14]. El amor implica respeto sagrado porque la vida humana es sagrada. Los humanos hemos sido creados por Dios a su imagen, llevamos la impronta de su ser. Respetar la vida humana es respetar al Creador. Sin respeto a la vida no hay paz, ni es posible la convivencia humana.

– Proteger la vida: El samaritano, “al llegar junto al herido y verlo, sintió compasión. Se acercó y le vendó las heridas, lo montó en su cabalgadura y cuidó de él”[15]. Porque la vida está rodeada de peligros, porque es muy vulnerable, porque los hombres y las mujeres somos seres capaces de ser heridos y de herir. Violencia, destrucción y muerte la amenazan. Proteger y defender, especialmente la vida de los débiles y de los más pobres, porque toda vida humana es preciosa y digna de respeto y protección.

– Cuidar la vida: “La creación viven en la esperanza de ser también liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”[16]. Cuidar la vida de todo y de todos. Toda la creación es obra del amor de Dios, todo es bueno, todo es bello: animales, plantas, firmamento, estrellas, mares…, todo tiene valor en sí mismo. Reconocer, pues, la dignidad de la tierra, respetar la naturaleza y aceptar la riqueza de todas las creaturas. Cuidar de todos y desarrollar todas las posibilidades, cuidar la salud y la vida, y luchar contra todo lo que la disminuye o debilita.

– Curar la vida: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”[17]. Curar las heridas, la enfermedad y el sufrimiento, y acompañar a los heridos, a cuantos sufren, malviven y mal mueren. Ofrecer razones para luchar, sufrir, vivir y esperar.

-Entregar la vida:Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos[18]. Dar la vida, partirla, compartirla y repartirla cada día entre los hermanos, como la entregó y la entrega Jesús. Es el signo más grande del amor, de la solidaridad sin límites: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los que ama. La vida encuentra su centro, su sentido y su plenitud, cuando se entrega.

– Educar en el valor de la vida: “Ante ti están la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige Ia vida y vivirán tú y tu descendencia[19]. Suscitar el sentido y la alegría de vivir, el aprecio por los valores humanos, el respeto por la dignidad de toda vida. Construir junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad la verdadera cultura de la vida y proponer también el Evangelio de la vida. Las nuevas generaciones tienen necesidad de encontrar en padres y educadores verdaderos “maestros de la vida”.

– Celebrar la vida: “Yo soy la resurrección y la vida”[20] La vida es siempre culto, manifestación de alabanza, porque cada vida humana es un prodigio de amor. Celebrar la vida es amar, admirar y celebrar al Dios de la vida, que nos ha tejido en el seno materno; es bendecirle y agradecérselo. Y es también cultivar una mirada contemplativa ante la naturaleza, ante la creación y, en definitiva, ante el Señor que pasó derramando tanta belleza.

Para más información:

PERESSON, Mario Leonardo, 2012, A la escucha del maestro, Bogotá, Colombia, 2012.

#SomosEscuelaCatólicaDeAmérica.

Fuente: CIEC.

[1] Jn 10,10.

[2] Cf. Gn 1,26-27.

[3] La palabra griega kalós significa, al mismo tiempo, bueno y bello, hermoso.

[4] Gn 1,4.10.12.19.21.24.

[5] Gn 1,26-27.31.

[6] Jn 3,16.

[7] Hch 3,15.

[8] Cf. Jn 10,10.

[9] Jn 14,6.

[10] Jn 3,16.

[11] Gn 1,31.

[12] Col 3,17.

[13] Gn 4,10.

[14] Ex 20,13.

[15] Lc 10,33-34.

[16] Rm 8,20-21.

[17] Mt 8,17.

[18] Jn 15,13.

[19] Dt 30, 19.

[20] Jn 11,25.

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