Por: P. Héctor Eduardo Lugo
Voy enfocar esta ponencia desde el corazón de nuestra misión educativa y catequética y no desde la razón de las misma, pues quisiera insistir sobre la urgencia de una educación religiosa desde de la inteligencia del corazón, pues creo que hemos insistido en un proceso educativo y evangelizador demasiado centrado en los procesos de aprendizajes doctrinales, lo que nos ha llevado a enfocar tanto la Educación Religiosa como la Catequesis, más desde la comprensión racional que desde la experiencia vital.
Creo además que los excesivos enfoques doctrinales dados a la educación religiosa y por ende a la Catequesis nos han demostrado que aunque las ideas y los conceptos sirvan para disertar y argumentar, no logran la convergencia de los espíritus; no logran el encuentro, la escucha y el diálogo, ni la profunda relación entre las personas, para aprender a vivir de otra manera, siendo críticos con la realidad política, social, religiosa y cultural.
Porque nos encontramos ante la inaceptable ideología de la razón sin utopías, que se ha propuesto negarnos la esperanza y el derecho a pensar que un mundo distinto es posible; nos hemos dejado encerrar en la estrecha visión de que hemos llegado al final de la historia y a la tesis sin antítesis.
Además nos hemos dejado instrumentalizar por lo racional y por lo experimentable llegando a una teorización de la educación que crea subjetividades cerradas, excluyentes e incomunicadas.
A nosotros nos corresponde trazarle a la Educación Religiosa Escolar y por supuesto a la Catequesis, nuevos diseños integradores y dialógicos, pues estoy convencido de que las ideologías estáticas y temerosas del cambio han servido más al proyecto dia-bólico de separar, de fracturar y de romper, que al proyecto sym-bólico de reunir, de compartir, de integrar y de reconciliar las diferencias.
Y a esta absurda teorización de la educación le debemos el interés por unas ciencias que ahogan las conciencias; por unos dogmas que se constituyen en normas supremas, por unos códigos con excesiva comprensión racional pero sin apertura a la inteligencia del corazón, llevándonos a unas ideologías perversas y sin utopías.
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