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El control y la gestión de la agresividad en nuestros hijos e hijas

El control y la gestión de la agresividad en nuestros hijos e hijas

Por: Juanjo Rabanal Cabrerizo – Universidad de Padres.

La agresividad es una emoción natural que todos los seres humanos experimentamos en ciertos momentos de nuestras vidas. Sin embargo, cuando se trata de nuestros hijos e hijas, es fundamental enseñarles cómo controlar y gestionar adecuadamente esta emoción para fomentar comportamientos y conductas adecuadas, positivas y respetuosas, hacia ellos mismos y hacia los que les rodean.

Estrategias para manejar la agresividad y promover un ambiente familiar saludable 

Como madres o padres es importante conocer estrategias efectivas, con el objetivo de conseguir un ambiente propicio para el desarrollo emocional y social de los menores.

Para ello, debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • Entender la agresividad infantil.La agresividad en los menores es una respuesta emocional que puede manifestarse de diferentes maneras, como golpear, morder, empujar o gritar. Es importante comprender que, en muchas ocasiones, no son agresivos de forma intencional o maliciosa, sino que carecen de las habilidades necesarias, para manejar sus emociones de manera adecuada.
  • Fomentar la comunicación y la empatía.La comunicación efectiva, afectiva y empática es fundamental, para ayudar a nuestros hijos e hijas a gestionar su agresividad. Desde el hogar, como referentes suyos que somos, debemos fomentar un ambiente de conexión y comunicación amable, en el que los menores se sientan seguros para expresar sus sentimientos y emociones. Debemos escucharlos activamente, validar sus emociones y enseñarles a expresarse de manera adecuada. Son herramientas clave para que se puedan desarrollar su inteligencia emocional.
  • Modelar un comportamiento sano y positivo.Los hijos aprenden principalmente de la observación y la imitación. Las madres y los padres debemos ser ejemplo de un comportamiento positivo y no violento. Si los menores nos ven a los referentes manejando el estrés y los conflictos, que puedan surgir en el día a día de manera pacífica y respetuosa, aprenderán a hacerlo por ellos mismos. Y, al contrario, si en casa ven que somos agresivos en lo que decimos o hacemos, estaremos perdiendo una muy buena oportunidad para que aprendan a gestionar dichos conflictos y en momentos tensos y de estrés, probablemente nos imiten. Como padres y madres debemos ser conscientes de cómo manejamos nuestras propias emociones y conflictos, ya que esto tendrá un impacto directo en el comportamiento de nuestros hijos e hijas.
  • Enseñar habilidades socio-emocionales para la resolución de conflictos. En lugar de recurrir a la agresividad física o verbal, es fundamental enseñar a los menores en casa habilidades de resolución de conflictos. Esto nos compromete a enseñarles estrategias. Dichas estrategias les ayudará a identificar sus propias emociones, a controlar su ira y a buscar soluciones pacíficas y respetuosas en las diferentes situaciones, tensas o desagradables, que puedan ir apareciendo dentro y fuera del hogar. Para esto, os animamos a leer el libro Emoprende en familia(Rabanal y Peñafiel, 2021) en el que encontraréis un amplio y completo abanico de herramientas socio-emocionales que os ayudarán a transmitir a vuestros hijos e hijas diferentes alternativas para gestionar los conflictos y «saber mirar» desde sus propias necesidades.
  • Establecer límites claros y enfocarse en soluciones. Aunque es importante fomentar un ambiente de comprensión y empatía, nuestros hijos e hijas también necesitan límites claros. Como referentes debemos establecer reglas consistentes, consensuadas y explicar lo que puede suceder ante la aparición de comportamientos agresivos. Es esencial que, si hay consecuencias, estas sean razonadas, estén relacionadas con lo que ha pasado, sean respetuosas y sean útiles para que dicho comportamiento se vaya extinguiendo o no vuelva a producirse. Y que podamos enseñarles a sentirse responsables, y no tanto culpables, de lo que ha pasado. Y acompañarlos, para que sean capaces por ellos mismos de reconocer, asumir, reconciliar y enfocarse en soluciones o alternativas para mejorar dichas conductas.
  • Enseñarles alternativas saludables. En lugar de decirles a nuestros hijos e hijas simplemente lo que tienen que hacer, sería muy interesante que, cada vez más, les vayamos haciendo más responsables que obedientes. Para ello, es importante que entiendan las cosas, que les transmitamos el porqué de lo que hay que hacer y les enseñemos alternativas saludables, desde la curiosidad y la colaboración. Cuando están frustrados y necesitan descargar, es fundamental que sientan esa emoción desagradable y que podamos ayudarles para que puedan canalizarla a través de actividades que les brinden opciones constructivas. Estas les ayudará a desarrollar habilidades positivas de afrontamiento y a manejar su agresividad de forma productiva (dibujar, escribir, practicar deporte, etc.).
  • Buscar apoyo adicional, si fuera necesario.Si nuestros esfuerzos como padres o madres por controlar y gestionar la agresividad de nuestros hijos, no muestran resultados significativos y el día a día en el hogar se complica y se nos va de las manos, puede ser útil buscar apoyo. Puede ser de gran ayuda ponernos en contacto con profesionales de la salud, como psicólogos o terapeutas infantiles y juveniles. Nos podrán proporcionar orientación y estrategias específicas adaptadas a nuestros hijos para abordar su agresividad. No hay nada de malo en pedir ayuda cuando se necesita y contar con el apoyo adecuado. Eso puede marcar la diferencia en el desarrollo emocional y social de nuestros hijos.

Conclusión

La agresividad en nuestros menores es un desafío común para las familias, pero con un enfoque consciente y positivo y las estrategias adecuadas, es posible fomentar conductas no agresivas y promover un desarrollo emocional saludable.

Mediante la comprensión de la agresividad infantil y juvenil, el establecimiento de límites claros, la enseñanza de habilidades de resolución de conflictos, el modelado de conductas no agresivas y la promoción de la expresión emocional adecuada, podemos guiar a nuestros hijos e hijas hacia un comportamiento más pacífico y constructivo.

El amor, la paciencia, el trabajo en equipo y la consistencia son fundamentales en este proceso de enseñanza y crecimiento.

Fuente: UP.

 

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