Oscar A. Pérez Sayago
Actualmente, con el avance en toda la tierra de la cultura capitalista, se ha producido una sistemática demolición del concepto de bien común o bienestar social. En lugar del bien común, se convirtieron en centrales las nociones de rentabilidad, flexibilización y competitividad.
En este contexto, ¿quién puede tomar en serio el calentamiento global que nos afecta a todos? ¿Quién puede pensar en el destino común de la especie humana y de la Casa Común? ¿Quién cuidará del interés general que personas que existen en el mundo? ¿Quién educará para el bien común?
El bien común consiste en asegurar el acceso justo a todos los bienes básicos como la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad, la comunicación, los puestos de trabajo. En el plano humanístico, es el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica en una atmósfera espiritualmente sana y abierta.
Con gran sentido de la realidad, el Papa Francisco nos habla del bien común:
En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, , exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común. LS, 58
Si el ser humano siente, piensa, ama y venera, entonces el bien que creamos para él es al mismo tiempo un bien para la Casa Común.
No será posible construir el bien común mientras no se eduque desde la más tierna infancia a dar más centralidad a la cooperación que a la competencia. No tiene futuro a largo plazo una sociedad fundada en la falta de justicia, de igualdad, de fraternidad, de cuidado y de cooperación.
La cooperación se fortalece con más cooperación, pues en ella reside la savia secreta que alimenta y fortalece permanentemente el bien común.
El bien común no puede centrarse solo en los seres humanos. Debe incluir a los demás seres de la creación y el bienestar de la Casa Común.