Por: Equipo Editorial “La mente es maravillosa”.
Las amenazas generan miedo y pueden servirnos para imponer nuestra voluntad en un determinado momento, pero difícilmente sirven para educar.
Nadie ha dicho que educar a un hijo sea sencillo. En muchas ocasiones, puede volverse un proceso complicado, que parece no terminar nunca. Sin embargo, hay que recordar que educar a un hijo significa conectar emocionalmente con él. Por eso no hay que perder la paciencia ni educar con amenazas.
Y es que las amenazas muestran a unos padres desesperados y sin herramientas para educar correctamente a sus hijos. Y aunque no lo creamos, autoridad y amenaza no son lo mismo. Lo segundo supone un importante refuerzo negativo para el niño que puede desembocar en un alejamiento emocional.
Educar con amenazas
No resulta tan extraño que algunos padres o tutores utilicen la amenaza como un recurso para educar a los pequeños. Al fin y al cabo, es como educaron nuestros abuelos a nuestros padres y, al mismo tiempo, como sus padres les educaron a ellos.
Así, la amenaza es una estrategia educativa heredada, que muchos padres tienen en su repertorio debido a su experiencia. Sin embargo, que esto sea así no quiere decir que sea lo más adecuado.
Amenazar a un niño implica intimidarlo y generarle miedo, lo que puede derivar en inseguridad y desconfianza al creer que algo malo va a pasarle a él, a su familia o a aquella persona o cosa a la que se haya hecho mención.
Curiosamente, lo más probable es que las amenazas tengan un efecto contraproducente en la educación de nuestros hijos. Al recibirlas, los niños pueden interpretar que deben luchar para proteger o cuidar aquello que se ha amenazado.
Cuando los niños son pequeños puede que las amenazas surtan efecto y obedezcan, pero no es más que una falsa sensación de autoridad. Lo que provocan las amenazas en los pequeños es miedo, uno de los valores opuestos a toda buena educación.
Consecuencias de utilizar amenazas
Pero, ¿qué consecuencias reales puede tener el uso de amenazas en la educación de nuestros hijos? Diferentes estudios aseguran que, principalmente, provocan un distanciamiento emocional con los padres. Sin duda, un factor que dificultará la educación en etapas posteriores de su desarrollo y crecimiento.
- Afectan a la autoestima de tu hijo. Y es que, por mucho que puedan tener efecto al principio, las amenazas minan la autoestima de nuestro hijo. El pequeño no se sentirá valorado, lo que puede traducirse en una posterior conducta beligerante hacia los padres.
- Provocan estrés. El estrés que puede provocar una amenaza afectará al carácter de nuestro hijo, así como a su personalidad.
- No conllevan responsabilidad. Lo único que aprenderá tu hijo con reprimendas es a evitar castigos y a alejarse del enemigo que se los impone. Es decir: las amenazas no enseñan el concepto de responsabilidad. Al fin y al cabo, es lo que nos gustaría inculcar a los pequeños cuando tienen que atender a una determinada tarea.
- Normalizan la agresividad. La amenaza es violencia y agresividad. Y si las usamos con frecuencia, el niño normalizará una serie de conductas que le dificultará relacionarse convenientemente con la gente que le rodea.
- Producen falta de autoridad. No nos equivoquemos, el miedo no es lo mismo que la autoridad. Creemos que una buena amenaza nos dará autoridad sobre nuestro hijo, pero nada más lejos. A lo único que lleva el miedo es a alejarnos de nuestros pequeños.
Una amenaza que nunca se cumple
Otro de los inconvenientes de educar con amenazas es que el castigo anunciado raramente se llega a cumplir. ¿Y esto qué significa? Que nuestro hijo no tardará en cogernos la medida.
Al fin y al cabo, decir que haremos algo, pero luego no hacerlo es una especie de contradicción. Los niños poco a poco se van dando cuenta de ello. Así, es muy probable que las primeras amenazas sí funcionen, pero a medida que ellos vean que las palabras caen en saco roto, esta estrategia ya no será tan efectiva.
La disciplina positiva, una alternativa
Educar no es fácil. A menudo surgen situaciones complicadas y muchas dudas, además de no haber un manual de instrucciones. Ahora bien, gracias al estudio de muchos expertos, se sabe que hay ciertos métodos y estrategias que no funcionan, como educar en amenazas, y que tienen consecuencias negativas en nuestros hijos.
Como alternativa al recurso de las amenazas, los especialistas recomiendan el uso de la disciplina positiva para inducir a los niños que cumplan determinadas tareas.
- Metas a largo plazo. Queremos que los niños se laven todos los días los dientes, estemos o no presentes para imponer un castigo. Por eso es importante establecer metas a largo plazo desde el principio.
- Calidez. Podemos dar órdenes y dirigir su comportamiento de manera firme sin renunciar a ser cálidos y amables. Además, los juegos y los dibujos pueden ser grandes aliados para explicarles conceptos complejos.
- Empatiza con tus hijos. Si queremos potenciar la empatía, lo mejor es empezar por practicarla con ellos. Están creciendo y no cuentan ni con la madurez ni con la visión que puede tener un adulto. Comprender lo que piensan y sienten los pequeños nos ayudarán a entenderles mejor y a que la comunicación sea mucho más fluida.
- Solución de problemas. La relación entre un padre y un hijo se basa en solucionar problemas, no en generarlos. Por eso debes brindar a tu pequeño soluciones a sus problemas, por pequeños que sean. No consiste en crear conflictos, regañinas ni llegar a los golpes.
Muchos expertos en educación infantil sugieren referirnos a nuestros hijos con consecuencias, no con amenazas. “Si no te lavas los dientes, la boca te olerá mal; si no haces los deberes, no tendrás tiempo para jugar con tus amigos”. Es decir: plantea las consecuencias reales de hacer o no hacer determinada tarea en lugar de amenazarlos con dañar algo que quieren. Con el tiempo, el niño conocerá por sí mismo las consecuencias de sus actos, que es en lo que consiste todo esto.
Bibliografía
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- Bohoslavsky, P. (2006). Reseña de” Educación para la inclusión o educación sin exclusiones” de Echeita, Gerardo. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 4(3), 0. https://www.redalyc.org/pdf/551/55140307.pdf
Fuente: Equipo Editorial “La mente es maravillosa”.
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