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Un horizonte para la pastoral educativa

Un horizonte para la pastoral educativa

Hay quien dice que las instituciones católicas son especialistas en la creación de idearios que luego son muy difícilmente llevados a la práctica. Tal vez este artículo peque de lo mismo. En todo caso, quiere dar cuenta de un primer paso que es necesario dar cuando queremos propiciar procesos de cambio en las instituciones.

Muchas veces acentuamos unilateralmente los procesos que van de abajo hacia arriba, constructivamente. Y eso es básico: sin participación, acuerdos y revisiones conjuntas, no hay renovaciones posibles. La planificación educativo pastoral institucional, como proceso participativo, es siempre la respuesta adecuada para conducir estos procesos de conversión comprendidos como procesos dialógicos. Pero no es el único movimiento necesario.

Bernard Lonergan identifica dos procesos educativos, siguiendo la tradición de John Dewey. Hay unos procesos de abajo hacia arriba. Pero hay también unos procesos de arriba hacia abajo. Llama creación a los primeros y curación a los segundos. Y este artículo pretende reflexionar sobre algunas ideas que hemos encontrado en un proceso curativo de nuestras instituciones que llamamos “Horizonte Pedagógico Pastoral”.

El proceso consiste en enamorarnos juntos de las mismas ideas y de enamorarnos juntos de la misión llevada entre todos. Es el amor el que nos llevará a optar juntos por ese horizonte, a cambiar nuestros modos de juzgar la realidad, a cambiar nuestras comprensiones de las cosas y a convertir nuestras prácticas.

Uno y otro son necesarios. Curar y crear; crear y curar. Son procesos que construimos siempre concientes de la tensión existente entre la voluntad institucional y las libertades individuales. Ni los textos ni los dispositivos institucionales garantizan la conversión. Pero la conversión sin mediaciones institucionalizadas es difícil de verificar.

Jesucristo, clave de la escuela cristiana

 La escuela es una institución, o sea, un espacio social público creado para salvaguardar la comunicación cultural. Escuela es, por eso, un lugar de encuentro fecundo y creativo entre las generaciones en torno a los saberes: saber conocer, saber hacer, saber ser y saber vivir juntos.

Escuela con proyecto de inspiración cristiana es aquella cuyo proyecto se entiende en la persona de Jesucristo, Dios y hombre. En un proyecto de inspiración cristiana, Jesucristo es la clave, la llave que permite la resignificación de los saberes, la reorientación de la acción y la apertura de un horizonte de esperanza trascendente. En una escuela con proyecto de inspiración cristiana todos los saberes se integran en la sabiduría cristiana, que es la capacidad del discernimiento hecho desde el lugar del pobre.

En ella fe y cultura, fe y vida, se encuentran unidos de un modo análogo al del Hijo de Dios y la humanidad en el Misterio de la Encarnación. Como la humanidad y la divinidad en Jesucristo, sin cambio –es decir sin que una se convierta en otra-, sin confusión –sin que una sea absorbida en la otra-, sin separación –sin que puedan concebirse como parcialidades-, sin división –sin conflicto entre ambas-. Entre cultura y fe, vida y fe, hay una relación de discontinuidad e interrupción, pero al mismo tiempo de consumación y plenitud. Hay una totalidad discontinua, de diferencia en comunión, de colaboración. Y ese es el núcleo de eso que llamamos pastoral educativa. En la escuela con proyecto de inspiración cristiana hay, entonces, una única tarea: la síntesis fe – cultura – vida, desarrollada a través de los múltiples procesos pedagógico pastorales.

Pensar así la escuela es:

  • comprenderla como una realidad espiritual: es un lugar en que varones y mujeres, niños, adolescentes y adultos, pueden hacer una auténtica experiencia del Espíritu que es, al mismo tiempo, la experiencia de la autotrascendencia religiosa, cognitiva y ética.
  • hablar de la educación en términos de iniciación. Porque la escuela se comprende a sí misma como una comunidad eclesial: comunidad de comunidades, ella es lugar de encarnación del evangelio en la cultura que dialoga con la cultura popular, infantil, adolescente y juvenil.
  • pensarla intersectorialmente, colaborando con otras instituciones y con varones y mujeres que están en búsquedas semejantes aun con inspiraciones distintas.

 

La relación pedagógica en el centro de la escuela

La escuela, lugar de diálogo entre generaciones en torno a los saberes, se constituye como lugar de relación. La relación entre los actores pedagógicos es de hecho el tejido fundamental de la vida escolar. Esta relación pedagógica tiene un carácter institucional: ha nacido de la necesidad que la sociedad tiene de un espacio conciente de maduración y socialización. Este vínculo institucionalizado entre las generaciones crea el sentimiento de pertenencia, la conciencia del nosotros social. Relación es, hoy, el concepto social de redención, como fue en la modernidad el concepto de razón.

Esta relación pedagógica es sumamente rica y compleja. En ella están implicados el docente y el alumno como personas cuya relación les confiere dicha identidad; los saberes y los conflictos sociales, cuyo conocimiento y transformación es lo que convoca la relación. En ella se da conjuntamente una relación entre personas, entre tiempos, entre grupos humanos y sociales, entre intereses políticos y económicos, entre misterios.

En una escuela de inspiración cristiana esta misma relación es el lugar religioso por excelencia. El contenido de esta relación tiene que ver al mismo tiempo con los saberes y sus objetos de conocimiento, con las elecciones y los marcos valorales para el discernimiento, con los métodos y con las expectativas de transformación de las personas incluidas en la relación, con las elaboraciones culturales y los conflictos sociales en cuyo seno se hacen las elaboraciones.

La finalidad de la relación es la transformación de las personas para la transformación social. Las personas se transforman por la resolución de los múltiples conflictos que tejen esta relación: conflictos cognitivos, conflictos relacionales, conflictos religiosos, conflictos valorativos, conflictos sociales, conflictos afectivos… Pensar la relación como un tejido de conflictos implica pensarla como un espacio de autotransformación y autoconciencia, de intertransformación e interconcienciación en el que todos los actores salen transformados por la resolución metódica y conciente de los conflictos.

Entender el centro de la vida escolar como una relación pone la constitución de las comunidades en el eje de la tarea de conducción y animación de la vida escolar. Es la comunidad de aprendizaje –la del aula, la del departamento de materias afines, la de los equipos docentes…- la que teje el día a día de la escuela. Y es en el seno de esta comunidad de aprendizaje que el descubrimiento de Dios y su misterio en Jesucristo se puede dar. Esta comunidad de aprendizaje es la Iglesia que está formándose.

Esta relación pedagógica, centro de la vida escolar, es la alternativa que las comunidades de adultos están planteando para reelaborar la vida social propia y de los alumnos, sus propios conflictos económicos, políticos, sociales y simbólicos. Aprender dice relación con la vida social y sus conflictos. Aprender no es posible, en clave de evangelio, sino desde el lugar del pobre. La relación pedagógica se transforma así en memoria de los conflictos sociales y de su dimensión cristiana, compañía de la vida empeñada en dichos conflictos y profecía de una vida mejor en la que los conflictos puedan ser superados.

El aula como lugar de relación

Llamamos aula a todo espacio de aprendizaje intencionalmente planificado. Llamamos lugar a todo espacio humano que, al transitarlo o habitarlo, nos da identidad, nos permite encontrarnos cara a cara con los demás y nos hace participar en una historia con conciencia creciente. En el aula, la relación se vive entre la comunidad de los adultos y la comunidad de los jóvenes, constituidos en comunidades de aprendizaje.

La comunidad de los adultos incluye a los directivos, los docentes, el personal no docente y los grupos familiares. En la relación pedagógica cada uno de estos grupos actúa diferenciadamente en una comunión de participación.

Esta comunidad se descubre llamada por Dios, convocada, a instaurar una convivencia democrática en cuyo seno se resuelven todos los conflictos desde la vinculación a los valores por encima de los intereses de personas o grupos.

Esta vocación democrática de la comunidad de los adultos la lleva a la construcción de aulas en las que todos puedan encontrarse incluidos con gusto, creatividad, alegría y libertad de investigación y pensamiento.

Esta vocación democrática incluyente de la comunidad de los adultos la lleva a diseñar aulas abiertas al contexto social y comprometidas en una praxis gradualmente transformadora a pesar de y debido a todos los contratiempos y adversidades de las políticas educativas, sociales y económicas. Por eso la escuela con proyecto de inspiración cristiana hace una clara opción por la educación en y para la justicia como construcción de una sociedad alternativa.

Esta vocación democrática incluyente y transformadora de la comunidad de los adultos la lleva a comprender la autoridad como un servicio prestado a la unidad en torno a la misión educativa y evangelizadora, buscando la participación en torno a la construcción del proyecto, de la toma de decisiones, de la comprensión teórica, de los criterios de organización, de la tarea curricular.

Esta vocación democrática incluyente, transformadora y participativa no es ocultamiento de las diferencias, sino provocación al diálogo en la diferencia, a la comunión en la diversidad para la colaboración en el único proyecto educativo pastoral. La conversión de las personas y los grupos, la conversión de la misma institución a su inspiración cristiana, está en el centro de la noción de construcción vital del proyecto educativo.

Esta vocación democrática, incluyente, transformadora, participativa y dialógica lleva a los adultos de la comunidad a experimentar su vida cultural como lugar del encuentro con Dios. Dios, fondo de sentido de los saberes, matriz de fecundidad de todo lo verdadero, bueno y bello, es alcanzado en el esfuerzo del aprendizaje que está en el centro de la relación educativa. Esta vida cultural escolar es tanto el tejido de la relación de las personas como su propia vinculación conflictiva con los saberes. La relación educativa está signada por este esfuerzo por la sabiduría. Desde esa relación de las personas con los saberes es que la escuela comprende su vida de oración, de celebración y de significación sacramental. Esto significa que es la misma relación la que tiene contenidos religiosos que es preciso develar. Por eso, la relación pedagógica es relación pastoral y actividad pastoral. Por consiguiente, la escuela con proyecto de inspiración cristiana entiende que es necesario que existan espacios curriculares en los que el contenido religioso de la relación pueda tener una explicitación cristiana.

El aula, lugar de la relación, es lugar de evaluaciones. Lugar de valoraciones de procesos, conductas, logros y fracasos. Como quiera que el lugar del que valora se impone como una posición de poder, la comunidad de adultos pone de manifiesto cuáles son los valores en juego en la relación pedagógica y en qué sentido se espera que sean vividos por todos los actores. El poder es la capacidad de hacer realidad las posibilidades, que la comunidad de los adultos ha recibido de la Iglesia jerárquica o caristmática y de las familias. El poder está al servicio de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes. La animación comunitaria -que es parte de la conducción- busca actualizar todas las posibilidades de las personas y los grupos que están presentes en la comunidad grande de la obra educativa.

La comunidad de niños y jóvenes, por otra parte, es el polo convocante de la relación pedagógica. La escuela se constituye como tal por su presencia, su búsqueda y su construcción social como alumnos. La comunidad de niños, adolescentes y jóvenes trae a las aulas y a la relación pedagógica un enorme bagaje de saberes: saben conocer, saben hacer, saben ser y saben vivir juntos. Ellos participan de una cultura infantil, adolescente y juvenil que les es propia. Estos saberes son punto de partida y lugar de trabajo para su resignificación dialógica con la cultura de la comunidad de los adultos.

Estos saberes y la vida que los ha constituido son preparación evangélica para el anuncio del Misterio que la comunidad de los adultos hace desde su propia vida eclesial. Cada niño, cada adolescente, cada joven debe ser conocido personalmente para que la comunidad de adultos se pueda poner al servicio de sus necesidades profundas en el modo que a aquel le resulte más provechoso. Esto, sobre todo, en el caso de los alumnos con necesidades distintas de lo habitual. De este modo, la escuela con proyecto de inspiración cristiana se preocupa por organizar actividades diversificadas que puedan cubrir los intereses y las necesidades de todos. Así, los adultos de la comunidad, podrán ser hermanos mayores de los alumnos que las familias les confían.

El docente, actor clave para el cambio institucional

La relación educativa no es una mera función. La comunidad de la escuela con proyecto de inspiración cristiana no es una simple organización. La relación educativa, desde la perspectiva cristiana, es un ministerio, un servicio eclesial, estable y comunitario. Ese es el nombre de la relación educativa mirada en la clave de Jesucristo, Servidor de los hombres y de Dios.

Es en el seno de su relación educativa donde el maestro está llamado a encontrar al Dios, alma del mundo, compañero de la vida, matriz trascendente de toda cultura. Es su propia concepción de la vida -su saber conocer, su saber hacer, su saber ser y su saber vivir junto con otros- lo que forma parte de la narración de la cultura que, como mediador, el maestro presenta a la comunidad de aprendizaje en el seno de la cual desarrolla su tarea educativa. Es su satisfacción inquieta por la vida y la cultura lo que lo llevará a caminar en la fe en la tensión de lo realizado y la esperanza. Es su propia síntesis fe-cultura-vida, siempre en camino y siempre fruto de la gracia, lo que lo constituye como signo del Reino en el seno de la comunidad de adultos a la que pertenece.

Sin embargo, el docente como actor del cambio institucional es siempre un sujeto social de transformación. Un elemento importante de la pastoral docente, que coincide con la tarea de la conducción, es la creación de esta subjetividad social de la comunidad adulta en la escuela. La constitución de las comunidades de fe como comunidades de investigación científica, pedagógica y pastoral y como ámbitos de participación democrática van en esta línea. Este sujeto social transformador de la escuela y de la sociedad vive siempre la tensión del sentido realizado y la esperanza, de lo conseguido y lo deseado, de lo comprendido y lo ignorado, de la fidelidad cumplida y la apertura del futuro, de lo instituido y la fuerza de lo instituyente.

Bibliografía

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(1998) El problema del desarrollo cultural del niño. Ed. Almagesto. Buenos Aires.
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