Oscar A. Pérez Sayago
Secretario General CIEC
La nueva función cultural de la escuela no es tanto la trasmisión de los elementos de la cultura, cuanto la de ayudar al alumno a organizar, valorar y seleccionar los contenidos de la información que recibe a través de los medios de comunicación que la sociedad dispone, y que realizan la función trasmisora con mucho más poder y capacidad de convicción que la propia escuela. En este contexto nos preguntamos acerca de lo que esta nueva función cultural de la escuela puede suponer para la enseñanza de la Educación Religiosa Escolar – ERE.
Entre las causas que determinan la nueva función cultural de la escuela, está el hecho de que la información que masivamente llega al alumno desde los medios de comunicación es una información desestructurada e indiscriminada. Con estas mismas características llega al niño la información sobre el hecho religioso.
¿Qué quiere decir que la información es desestructurada sobre el hecho religioso? En muchas ocasiones, el apelativo genérico “religioso” es aplicado en la información a los hechos más diversos y de las más distintas procedencias: sin especificar confesión religiosa alguna, o si se trata de auténticas religiones, de sectas, tradiciones religiosas o, simplemente, supersticiones o degeneraciones rituales en forma de ritos mágicos, o expresiones espontáneas de religiosidad popular. Asimismo, los significantes religiosos trasmitidos a través de los medios carecen con frecuencia de la referencia a los elementos fundamentales del sistema religioso a que pertenecen. No se hace valoración, en ningún momento, del valor intrínseco de la manifestación religiosa en cuestión, en referencia a la estructura de creencias y valores en que se encuadra.
Confusión y sincretismo, en consecuencia, pueden ser resultados inherentes a un conocimiento de lo religioso que provenga exclusivamente de la información trasmitida por los medios. Pero, sobre todo, es la ignorancia de los sistemas de referencia lo que convierte una información religiosa de este tipo en falseadora de la realidad religiosa e, incluso, peligrosa para la cohesión y la convivencia dentro de los grupos sociales.
La información religiosa de los medios llega a los educandos de forma indiscriminada. La escuela se preocupaba de que la información recibida por cada uno de los educandos fuera la que correspondía a su edad o a su situación de madurez en el desarrollo evolutivo, o a la posesión de los conocimientos previos requeridos. Cuando la enseñanza de la Religión ha revestido la forma de una iniciación religiosa o Catequesis, la experiencia religiosa trasmitida ha sido la considerada como más idónea para la capacidad del catequizando. Tal vez el ejemplo más fácil podamos encontrarlo en la iniciación moral: los contenidos de la moral sexual se planteaban en un momento en que el niño había tenido ya acceso a las cuestiones básicas sobre la sexualidad humana. La información de los medios pone de modo indiscriminado a educandos de todas las edades ante hechos relativos a la sexualidad, en etapas de su vida en que aún carecen de la necesaria madurez para alcanzar el significado del hecho. Cuestiones como la eutanasia, el aborto, o temas relacionados con la biogenética, llegan como noticias a los educandos, independientemente de su situación de madurez para poder formular un juicio adecuado sobre cualquiera de los temas propuestos. Con lo que las posibilidades de manipulación por parte de desaprensivos o interesados es notable.
Difícilmente va a poder competir la escuela con los medios de comunicación, en cuanto trasmisora de información religiosa y moral. Por el contrario, y siguiendo a Rafael Artacho, dentro de la nueva función que se perfila para la escuela, la Educación Religiosa Escolar deberá tener un triple reto y/o finalidad: proporcionar contexto adecuado a las informaciones que, sobre la religión, adquieren los alumnos; proporcionar estructuras de referencia a las informaciones sobre hechos o contenidos religiosos que llegan a los alumnos; y, finalmente, traducir a las capacidades operatorias y personales del alumno las informaciones que, sobre Religión y/o Moral pueden llegarle de forma inadaptada o incompleta para su capacidad.
- Proporcionar contexto a las informaciones sobre Religión que los alumnos han recibido se convierte en la primera urgente tarea de la escuela. En cierto modo, significa completar la información sobre los hechos, superando la reducción habitual con que proceden los medios de comunicación. Esto requiere la realización de una serie de tareas, que estarían reservadas a la escuela: en primer lugar, la investigación de todos los datos concernientes al hecho y el contraste de versiones y fuentes informativas. En segundo lugar, la identificación del marco religioso en que tiene lugar el hecho: los hechos vinculados a la Religión no lo son a la Religión en general, sino a una opción o confesión religiosa. Hechos, por ejemplo, considerados en occidente vejatorios para la condición o la dignidad de la mujer, no son hechos que provengan de todas las religiones, ni tampoco provienen exclusivamente de la Religión. Si es cierto que ciertas interpretaciones del islam tienen como consecuencia una disciplina vejatoria para la mujer, ni son todas las corrientes del islamismo las que se identifican con esas interpretaciones, ni siquiera puede decirse que esa disciplina se deba exclusivamente a la Religión: la idiosincrasia de una sociedad puede reivindicar determinadas disciplinas mediante la sanción religiosa. Esa identificación del marco religioso es una tarea fundamental para poder valorar el hecho. No sólo porque significa descubrir el peso de la tradición religiosa que avala el hecho, sino porque permite, con frecuencia, desenmascarar motivaciones espúreas a lo religioso que instigan o provocan acontecimientos para los que el argumento religioso no es más que un pretexto. Finalmente, la tercera tarea de la escuela ante la reducción informativa de los hechos vinculados a la religión sería proporcionar al hecho una triple perspectiva: religiosa, histórica y social.
La perspectiva religiosa relaciona el hecho con el conjunto de creencias que, para los protagonistas, proporcionan sentido a la acción. La perspectiva histórica, en caso de que fuere necesaria, entronca el hecho con los condicionantes históricos del grupo religioso. La perspectiva social busca aquellos elementos relativos a las condiciones de vida, las tradiciones o la cultura del grupo religioso protagonista del hecho objeto de la información.
- La segunda finalidad consiste en proporcionar estructuras de referencia a los hechos relacionados con lo religioso que llegan como objeto de información al alumno. Es una de las condiciones para que la educación religiosa en la escuela responda adecuadamente a la nueva función de ésta.
Llamo estructuras de referencia a los distintos subsistemas cuyo conjunto forman un sistema religioso organizado. Dentro de cualquier religión, una estructura de referencia son las creencias: las llamadas “verdades religiosas” se organizan en forma coherente y estructurada dentro de cada religión; otra estructura de referencia corresponde a los ritos o liturgia; constituye el subsistema cultual de la religión; otra de esas estructuras de referencia es el sistema moral con que cada religión o confesión religiosa traduce en actitudes y comportamientos su visión del mundo; otras estructuras de referencia son la historia (espacio y tiempo), la organización de la comunidad religiosa, el sistema representativo de imágenes y símbolos, el contenido y la valoración de los “libros sagrados”…
Si la enseñanza religiosa en la escuela se propone orientar al alumno en el universo de informaciones sobre lo religioso que de forma habitual llega hasta él, no puede dejar de proporcionarle esas estructuras de referencia que son las que van a permitirle orientar su criterio y su acción ante las acechanzas tanto del nihilismo, como del sincretismo de apariencias.
- La tercera finalidad de la educación religiosa escolar dentro de la nueva función de la escuela consiste en adaptar a las capacidades y posibilidades del educando las informaciones sobre los hechos religiosos que éste recibe. Ello requiere dos tareas en extremo delicadas: en primer lugar, la escuela deberá incluir entre sus tareas valorar el impacto de la información en los alumnos. Esto convierte al alumno, al menos durante un tiempo, en protagonista en el proceso de comunicación escolar: es el alumno quien tiene la palabra; es el alumno quien debe expresar lo que la sociedad le ha trasmitido a propósito de un determinado hecho. Es, de alguna manera, el alumno quien propone sus “conocimientos previos”, y no sólo con vistas a la confección del programa de aprendizaje. A través de esta expresión del alumno es como el profesor va a poder definir el nivel de contexto y de estructuras de referencia (las dos finalidades anteriores) cuyo descubrimiento puede proporcionar al alumno.
En esta operación, es el alumno quien, en primer lugar, expresa su nivel de captación de los hechos; el significado que él es capaz de captar. Y esto es lo que permite al profesor establecer el nivel de las otras metas a conseguir.
Todo este conjunto de finalidades y tareas propuestas con objeto de que la educación religiosa escolar llegue a integrarse en la nueva función de la escuela reclama concreciones metodológicas y elaboración de currículos e instrumentos de desarrollo adecuado que respondan a una sociedad latinoamericana multicultural y multireligiosa.
Bibliografía
Artacho, Rafael (2009). Enseñar competencias sobre la religión. Bilbao, España: Editorial Desclée De Brouwer, S.A.
Fernández, José Antonio (2014). Fundamentos de la ERE. Madrid, España: Editorial CCS.
Fernández, José Antonio (2015). Enseñar a aprender religión. Madrid, España: Editorial CCS.
Fierro, Alfredo (1997). El hecho religioso en la educación secundaria. Barcelona, España: Editorial Horsori.
Quintana, José María (2001). Las creencias y la educación. Barcelona, España: Empresa Editorial Herder.