Ángel Miranda
ÁNGEL MIRANDA PERTENECE AL CENTRO NACIONAL SALESIANO DE PASTORAL JUVENIL, DESDE DONDE SE ENCARGA DE LA COORDINACIÓN DE LAS ESCUELAS SALESIANAS EN ESPAÑA.
Síntesis del Artículo |
Repleto de sugerencias e interrogantes, con un lenguaje vivo, el artículo trata de desliar la madeja de la pastoral escolar. Antes de nada, la clave primera está en la «escuela» y, con ella, los chavales y chavalas, etc. Después vienen los «enfoques» y… ¡los peligros de liarla! Entre otros aspectos, los líos tienen mucho que ver con la gran cantidad de cosas que falsamente sobreentendemos. En fin, el autor termina entendiendo que más que hacer pastoral en la escuela –algo próximo al «poner gorros» o añadidos a sus tareas propias–, se trataría de conseguir una escuela «en» pastoral, es decir, una escuela donde todo cuanto se dice y hace lleva dentro un «alma pastoral». |
- ¡Un lío!
Es frecuente que cuando la gente de Iglesia nos juntamos para hablar de la escuela, aparezcan cuestiones de este tipo: Pero, de verdad, ¿anunciáis a Jesucristo en la escuela? Vale la pena hacerse cura, monja, religioso para dar clase? ¿Qué aporta la consagración o la vida religiosa si no se evangeliza? Hay otros campos de evangelización más urgentes y la escuela, como antes los hospitales, terminará siendo bien atendida por el Estado. ¿Es sólo cuestión de terminologías? ¿De eficacia? De sembrar? ¿De recoger? ¿De obligar? ¿De elegir?
Y resulta que desde que llamaban a Jesús el «Maestro» (algo tendrá que ver con la escuela, digo yo) hasta los Documentos de la Iglesia que la denominan «medio privilegiado» para la formación integral de la persona, o desde que «Jesús crecía en sabiduría» hasta el conjunto de personas comprometidas en la escuela confesional o no confesional, existe el convencimiento de que la Escuela sigue teniendo la capacidad de ser una Buena Noticia (Evangelio) –plataforma de evangelización– para todos los miembros de la Comunidad Educativa y para el entorno en que desarrolla su actividad.
Otra cosa serán las lecturas que hagamos de la realidad pastoral y de la realidad escolar. Eso es más complicado.
Una pregunta: ¿será posible algún día que podamos sentirnos haciendo camino juntos, la jerarquía y la gente de a pie, docentes y no docentes, jóvenes y no tan jóvenes, creyentes o no tan creyentes, y muchas Comunidades Educativas, que intentan hacer camino en la perspectiva educativa del Evangelio? ¡Ojalá![1][1]
- Cuestión de cargos y personas
Al compartir nuestra reflexión sobre la animación pastoral de la escuela, encontraremos diferentes posturas en función de la dedicación y de la relación que tenga cada persona con la escuela en general o con un centro concreto en particular.
Siempre habrá diferencias entre quien se siente responsable de nombrar o destinar animadores o coordinadoras de pastoral y quienes, en mayor o menor medida, pueden sentirse piezas de un puzzle complicado en el que hay que llenar huecos y tareas.
Lo mismo ocurrirá entre los miembros del Equipo Directivo de una escuela concreta que tiene en cuenta el aspecto pastoral, los profesores que se sienten, más o menos, identificados con tales planteamientos de la escuela o los alumnos y sus familias que se sienten destinatarios o simples consumidores de educación.
Tampoco resulta difícil encontrar diferencias si en el grupo de reflexión participan personas de instituciones o de escuelas confesionales o personal creyente que trata de desarrollar alguno de estos aspectos en el seno de centros de titularidad pública o no confesional.
- La Evangelización en la escuela
La Evangelización en la Escuela –¿de la Escuela?– nos preocupa, nos afecta, nos hace discutir, juzgar o sentirnos juzgados, ensayar nuevos esquemas, mantener lo que siempre se ha hecho: preocupación por las posibilidades personales, grupales o estructurales que tenemos; interrogantes ante el dónde estamos o lo que debemos hacer; alegrías por lo que sale bien y malestar por lo que no encuentra la respuesta esperada de los destinatarios; interés en mejorar la calidad educativa y pastoral de nuestra oferta; búsqueda o abandono desilusionado de caminos; confianza, desaliento, lucha, tristezas.
Sentimientos todos a flor de piel que, a menudo, se traducen en juicios de valor, afirmaciones, o planteamientos que, formulados en pocas palabras, van a exigir más tarde tiempos y tiempos de matización.
- Cuestión de enfoque
Como en una fotografía cualquiera, algunos enfocan sólo el objeto fundamental, otros también, el fondo de la foto. Los hay que se fijan en un detalle para ampliarlo, a otros les gusta más el conjunto del macizo de flores o del paisaje, porque da mayor amplitud de miras o profundidad al motivo.
Bueno, pues es lo que nos suele pasar. Para algunos lo importante son las Constituciones o el Estatuto de la Congregación, las normas diocesanas o las grandes formulaciones, acertadas, innegables, válidas en su formulación…
Para otros u otras el problema está en el centro concreto, en el aula o en el alumno o alumna concretos, reales, el que no trae los libros, los que son más cumplidores, o empollones, que dirían algunos, o quienes llevan una vida académica normalita y sin sobresaltos.
Unos recuerdan aquella madre o padre que quieren a sus hijos «bien formados», otros a quienes lo que más interesa es tener más nota en selectividad o un buen empleo en FP y otros que buscan liberarse de los hijos, al menos, cinco o seis horas al día. ¡Lástima de sábados y domingos!
Y todos tienen razón. O, al menos, «su» razón. Todo depende del enfoque.
- Y los chavales ¿qué?
Alguna encuesta sesudamente realizada entre alumnos de Eso de un centro confesional dice que el casi el 50% asiste a clase de Enseñanza Religiosa aunque verían muy bien no tener esa materia.
“¡Claro! Y eso con cualquier asignatura”. “Y si no que se lo pregunten a los de matemáticas o lenguaje”. Bueno, pues no es así. Más adelante veremos algunos motivos para diferenciar los dos supuestos.
Con todo, también es verdad que los alumnos y alumnas soportan la clase sin ninguna dificultad especial respecto a las demás materias curriculares. El asunto está en que sabemos de sobra que muchos de nuestros destinatarios aprecian, y mucho, nuestra oferta académica, la deportiva, las culturales, las extraescolares de diverso tipo, y que eso no ocurre, en muchos casos, con las de carácter más explícitamente evangelizador.
Otras veces tenemos la seguridad –si no la evidencia– de que para muchos alumnos, el tema religioso queda reducido al tiempo y el ambiente escolar. Los domingos, las vacaciones suponen, para muchos, un paréntesis –¡ojalá sea sólo paréntesis!– en su experiencia religiosa.
Los ritmos de vida, los horarios familiares, la multiplicidad de estímulos formativos o no tanto, la velocidad y fugacidad de las experiencias, son otros tantos elementos que convierten una parte notable de nuestras ofertas en sobreañadidos sin «fundamento in re» que diría alguno de mis profesores de filosofía.
Porque el tema está en si mola o no mola, en si vale o no vale aquí y ahora. Y eso no lo vemos claro.
¿Tentaciones de solución? Aferrarnos a lo que siempre hemos hecho, al sentido de «siembra que algo queda», al Carácter Propio, al ejercicio del derecho a la elección de centro u otras tentaciones más o menos complementarias entre sí.
- De hecho, nos cuesta cada vez más
Y es que su interés no es nuestro interés, sus lenguajes no son nuestros lenguajes, sus valores están a muchas millas de los nuestros y, entonces, la conexión es difícil. Y aparece, en la escuela, un problema sobreañadido: el de la indisciplina, si no el de la agresividad contra la oferta pastoral.
Los técnicos inventan el sistema de conexión por infrarrojos para evitar los cables tan latosos y tan liados ellos. Nosotros no tenemos resortes de ese tipo: ni cables, ni infrarrojos. Unas veces hay distorsiones, otras hay pantallas impenetrables, otras veces la línea esta saturada y otras se nos cuelga la misma línea. Lo evidente, en muchos casos, es que no llegamos a conectar.
Y nos sentimos mal. Ponemos el acento en elementos accidentales, aunque estemos convencidos del valor indiscutible de nuestro mensaje. ¡Bueno! Indiscutible para nosotros, pero puesto en solfa por muchos de ellos.
Los datos evidencian que aunque, en muchos casos, dicen estar de acuerdo con el valor de la vida, de la familia o del trabajo, no son minoría quienes, llegado el momento, se sienten especialmente comprensivos con el aborto, con la unión temporal, con el divorcio, o con retrasar lo más posible la incorporación al trabajo si hay algún otro método para satisfacer las necesidades juveniles fundamentales. ¡Y ahí te quiero ver!
- Y vienen las dudas
«Es que si en la escuela no evangelizamos… ¿qué hacemos? Si la escuela no consigue sus fines y al final, como cristianos, la gente sale igual que entra: ¿qué pintamos ahí? Hacéis cosas, pero cuando acaban los chavales, no se les ve por la parroquia. ¿Para qué queremos la escuela católica? Si hacéis la catequesis, las primeras comuniones o la confirmación en las escuelas ¿para qué está la parroquia?».
Suelen ser frases, con las que podríamos estar de acuerdo si detrás de ellas no hubiera cierto juicio condenatorio de la acción pastoral de la escuela o del trabajo desarrollado por las personas responsables de su animación. ¡Condición imposible!
De verdad los valores ¿se pierden?, ¿no se ejercitan?, ¿se olvidan?, ¿se suplen?, ¿cambian de nivel en la escala de intereses? Nadie puede discutir muchos aspectos positivos de la escuela anterior que merece la pena mantener y potenciar. ¡Evidente! Pero cuando hablamos de «valores», ¿en qué medida esos elementos son un «valor» para los diferentes grupos de la Cep actual?
Son muchos los padres y madres que envían sus hijos a centros con un Carácter Propio bien definido, pero ¿podemos afirmar fácilmente cuáles son los aspectos que constituyen para ellos un «valor» donde invertir? Porque, como en la Bolsa, la gente invierte en los valores que tienen demanda. Los que se venden van a la baja.
¿Qué valores están hoy en alza? ¡En eso vale la pena invertir! Nosotros, en pastoral –a menudo– ponemos nuestro «cuadro de valores» en venta porque no podemos o no queremos leer en positivo muchos de esos «otros» valores en alza. Y ahí la escuela tiene una ocasión privilegiada, a través de lo escolar y lo extraescolar, lo académico y lo complementario, lo «pastoral» y todo eso que muchos dicen que no es «tan» pastoral.
- ¿No sobreentendemos muchas cosas?
Cuando planteamos aspectos importantes de nuestra vida y misión, dando por supuesto entre nuestros interlocutores, que compartimos los puntos de partida, la documentación de referencia o los mismos enfoques pastorales, es posible que nos esforcemos en deformar suficientemente la realidad, hasta adecuarla a nuestros principios, por ejemplo, de la «escuela evangelizada y evangelizadora», o del «evangelizar educando», o de que el «centro son los alumnos», etc.
Se sobreentiende la existencia de vocabularios y diccionarios comunes, de fines y objetivos compartidos por la mayoría de los miembros de la Cep o de acuerdos en lo fundamental, incluso cuando aún no hemos puesto sobre la mesa lo que nosotros o los demás consideramos como realmente fundamental. Y esto, también, en el marco de las conversaciones o debates de los equipos locales o provinciales de animación pastoral en los que, con frecuencia, funcionamos desde sobreentendidos no tan claros.
- En la escuela
Para nosotros es un punto «clave». Hablamos de animación pastoral en la escuela, como tal escuela y sin dejar de ser escuela. ¡Que no es malo!
Por eso, será imprescindible hablar de la escuela como estructura, como organización, como conjunto de personas –en nuestro caso Comunidad Educativo-Pastoral–, como entidad prestadora de un servicio fundamental para el desarrollo de las personas y de la sociedad, desde un proyecto educativo, un proyecto de sociedad y un proyecto de Iglesia.
Hablamos de una escuela que realiza opciones fundamentales sobre el tipo de destinatarios que recibe, los intereses que potencia, la imagen que proyecta al exterior, los criterios económicos y políticos que la sustentan. Y eso siendo escuela en cuanto tal.
Esto nos plantea una cuestión fundamental, es decir, hablar de la animación pastoral de la escuela conforme a los condicionantes y a las posibilidades que ofrece la escuela en cuanto tal: sus prioridades, su metodología, sus criterios de evaluación, etc., que deben ser asumidos, también por la animación pastoral.
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El entorno de nuestra escuela
Es el primero de los aspectos que debemos contemplar, dado que, muchas veces, cuando hablamos sobre la pastoral «en», «de», «para» la escuela, solemos hacerlo de forma aséptica, en referencia a todas las escuelas y, al mismo tiempo, a ninguna de ellas.
El entorno concreto de la escuela nos acerca a su ubicación física, su historia, tradición e imagen pública, a la evolución de su oferta a lo largo de los años, a su relación con otras estructuras educativas o pastorales de la zona, etc. De esa manera, la escuela, en su conjunto, podrá estructurar unas respuestas concretas y más adecuadas a las expectativas de sus posibles destinatarios y a sus posibilidades reales.
Algunos parámetros de referencia para nuestro análisis de la realidad: zona rural o urbana; centro de ciudad o periferia; familia obrera o de profesionales liberales; índices de desempleo o paro estructural en la zona; economía de subsistencia o de consumo; zona agrícola, industrial, pesquera…; vivienda unifamiliar o bloques de viviendas; parques, jardines… Y, ahora, ¿es posible hablar de la pastoral en la escuela de la misma manera y para todos?
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Escuela-organización
Al fijarnos en la vida y quehacer de la escuela es preciso tener en cuenta, no sólo sus diferentes elementos materiales o criterios de funcionamiento –horarios, locales, servicios, personas u órganos de gobierno, esquemas de animación o de participación– sino, de manera especial, las relaciones que se establecen entre todos ellos.
Por eso hablamos de la organización: cualquiera de las variables anteriormente enunciadas, u otras que se nos ocurran, inciden necesariamente en el funcionamiento y desarrollo de las demás. Y esto también para los criterios pastorales. Por eso es preciso fijarnos en el ser y el quehacer de cualquier organización que viene condicionado por personas, órganos de animación y gobierno, sistemas de participación y promoción, capacidad de aprendizaje de la organización, etc.
Y si todo esto no tiene un «alma pastoral»… ¡malo! Porque se nos escapa la posibilidad de aprovechar cuanto de bueno tiene la organización, pero, más importante aun, la de hacer más pastoral y más evangélico, si cabe, el «corazón» de la escuela.
- La significatividad de la escuela
Es una pregunta que, en concreto, se ha planteado la Escuela Católica –Fere– en España: ¿Cuál es nuestra significatividad? ¿Cómo se nos ve? ¿Qué piensa la gente de nuestra escuela como escuela, como presencia de Iglesia, como ente social? Y el estudio va poniendo de relieve algunos retos importantes que afectan al enfoque pastoral del conjunto de la escuela:
- Desde el exterior, la escuela siente el desafío que supone su identidad, en una cultura de pluralismo en la demanda y la oferta educativa; su Comunidad Educativa y los criterios inherentes a su organización, relaciones, objetivos, etc.; su capacidad de formación de personas, ciudadanos y creyentes de presente y de futuro; sus propuestas y respuestas educativas llenas de creatividad si quiere hacerse eco de las nuevas exigencias sociales y educativas; su capacidad evangelizadora en un mundo cada vez más secularizado; sus niveles de calidad –de respuesta a las necesidades y expectativas de los destinatarios– como punto de partida y como meta de su vida y acción.
- Desde la realidad interior de la escuela también experimenta retos específicos relacionados con sus sistemas de gobierno; la organización, las estructuras de animación y el funcionamiento local de la escuela; su dotación de recursos humanos y técnicos; sus esquemas educativo-docentes; sus ofertas extraacadémicas y, en nuestro caso; sus ofertas más específicas del ámbito religioso-pastoral.
Dar respuestas originales a este tipo de retos va a convertirse en tarea fundamental de los órganos de animación y gobierno de la escuela. Al fin y al cabo es ahí donde se juega su futuro.
- ¿Pastoral en la escuela o escuela «en» pastoral?
En el fondo se trata de elegir entre una de estas dos opciones: hacer pastoral en la escuela o conseguir una escuela «en» pastoral.
Nuestra opción se inclina decididamente hacia la segunda, lo que puede traducirse como la opción por dotar a la escuela de un «alma» pastoral, de manera que todo cuanto constituye la vida y quehacer de la escuela quede impregnado de sensibilidad pastoral, pero con la condición, también, de que la pastoral escolar asuma las coordenadas propias de la escuela.
Se trata de evitar lo que, llamamos, «gorros pastorales», o añadidos de tipo pastoral, para conseguir que la escuela en cuanto tal, su Cep, su organización, su metodología, sus estructuras… se conviertan en «lugares» o en plataformas de pastoral. Como consecuencia de una opción de este tipo la Animación Pastoral debe asumir la pedagogía y la metodología pastoral «propia de la escuela», es más, asumiendo las claves y los cánones escolares de funcionamiento, entre los cuales podemos solamente cinco: Atención a la diversidad; Constructivismo; Evaluación inicial; Aprendizaje significativo; Figura del educador–mediador.
- Atención a la diversidad
De acuerdo, con una situación escolar marcada por una tendencia fuertemente estatalizadora, por la apertura y la convivencia de diferentes culturas, por la diversidad de las motivaciones por las que los padres eligen ese centro, etc. es evidente que para una escuela que adopta medidas de atención a la diversidad en otros ámbitos de su actuación, no existe ningún motivo que impida establecer la misma pauta de acción en cuanto se refiere a la animación pastoral.
Asumir, como animadores, los innumerables factores de diversidad implica tomar conciencia del pluralismo y diversidad presentes en: la sensibilidad derivada de situaciones de edad y sexo de los destinatarios; las situaciones familiares; los índices de satisfacción o fracaso escolar; las opciones religiosas de las familias; etc.
Realizar labores de animación pastoral en la escuela, atendiendo a tantos factores de diversidad supone creatividad y capacidad para generar respuestas eficientes de adaptación de la oferta pastoral específica a los diferentes grupos de destinatarios con esquemas y recursos semejantes a los que emplea la escuela en su atención a la diversidad: recursos de apoyo humanos y materiales; agrupaciones flexibles en función de las diferentes ofertas; incorporación de adaptaciones pastorales específicas, dentro del currículo normal de crecimiento de los alumnos en este sentido; etc.
- Constructivismo
Todos admitimos con facilidad los esquemas constructivistas en el proceso de aprendizaje de los alumnos, en la medida que intentamos adecuar nuestra oferta formativa a los conocimientos adquiridos y asimilados previamente por los alumnos. ¿Por qué no en la pastoral? ¿Qué motivo puede existir para que la animación pastoral no cuente con un esquema constructivista en sus proyectos y procesos? Al fin y al cabo, aún en lo más específicamente pastoral y dentro de la escuela, queremos favorecer aprendizajes relacionados con la interiorización y asimilación de los esquemas de conocimiento y de vida cristianos.
Esto implica proporcionar a los alumnos, o a los destinatarios de cualquiera de nuestras ofertas pastorales, elementos con los que puedan ir «construyendo» su propia personalidad cristiana y el conjunto de sus opciones personales desde esquemas de fe. Pero, como es natural, desde esquemas de fe ya poseídos, es decir, aprovechando la base de todo cuanto han podido proporcionar otras instancias o experiencias relacionadas con el desarrollo integral de la persona, también en el ámbito más específico de la animación pastoral.
Basados en esta concepción educativa habrá que tener presente: 1/ La procedencia escolar de los alumnos que, con frecuencia, cuentan con experiencias muy diferentes respecto a estos temas: clases de Ere, celebraciones de fe, campañas eclesiales, etc.; 2/ Los niveles de conocimiento de elementos doctrinales: Biblia, cultura religiosa, moral cristiana, vida sacramental, etc.; 3/ La participación de los alumnos en otras actividades formativas de catequesis parroquial, grupos de fe, comunidades cristianas de pertenencia familiar, etc.
La reflexión del Departamento sobre este tema, nos permitirá conocer los puntos de partida sobre los que podemos «construir» la propuesta educativo-pastoral del Centro y, a la vez, diseñar itinerarios y procesos formativos que sigan un esquema constructivista de aprendizaje de la vida cristiana. Si somos capaces de cruzar la opción constructivista con la de la atención a la diversidad, tenemos la posibilidad de adecuar con más realismo nuestra oferta a las necesidades y expectativas de los destinatarios.
- Evaluación inicial
Fácilmente podemos comprender que, en línea con la práctica habitual de los centros, es necesario disponer de algunos elementos que nos permitan realizar una evaluación inicial de nuestros destinatarios para situar nuestra oferta y los esquemas que deben servir de referencia para el proceso de animación pastoral.
Por ello habrá que diseñar algunos instrumentos de análisis que permitan identificar las necesidades, las posibilidades y las expectativas de los destinatarios de nuestra acción pastoral. Se trata de evaluar la situación con que llegan los alumnos al centro en determinados momentos de su currículo escolar supondría analizar:
- Los niveles de conocimientos religiosos de los alumnos.
- Las experiencias religiosas más habituales del grupo.
- Las referencias de tipo pastoral con que cuentan.
- Las expectativas o rechazos que pueden tener respecto a este tipo de ofertas.
- Los elementos de apoyo o de refuerzo pastoral que reciben en la parroquia, en las familias o en su ambiente natural.
- Los criterios que fundamentan su religiosidad…
Unos resultados, debidamente sistematizados y analizados permiten elaborar el Plan de Animación Pastoral de la Escuela con mayor conocimiento de causa y un sentido más realista de sus objetivos y metodologías de trabajo.
- Aprendizaje significativo
Se trata de otro de los elementos pedagógicos de la escuela actual que nos exige ser capaces de comunicar a nuestros destinatarios un conjunto de contenidos (conceptos, procedimientos, actitudes) cercanos a sus intereses, a sus conocimientos previos, o a la satisfacción de sus necesidades y expectativas y, en este sentido, muchas de nuestras rutinas de animación pastoral tienen no pocos aspectos que conviene reenfocar, preguntándonos muchas cosas sobre la significatividad real de nuestras ofertas pastorales para nuestros destinatarios.
En este sentido podemos fijarnos en: nuestros lenguajes y terminologías; nuestros signos religiosos, litúrgicos, comunitarios; el nivel de coherencia de nuestra oferta pastoral con los demás esquemas educativos del Centro; nuestros sistemas de comunicación en todas sus variedades; los significados que, desde su vida concreta, conceden los niños, los adolescentes o los jóvenes a nuestros mensajes pastorales; las distintas lecturas que realizan a partir de sus esquemas de oración, de celebración, o de nuestras propuestas ético-morales y de compromiso con la sociedad, sobre todo, con los jóvenes.
Es fácil que, a partir de un análisis de este tipo lleguemos a comprender los esquemas de significatividad interiorizados por nuestros destinatarios que pasan por elementos a los que, con frecuencia, les damos poca importancia: la música, el reflejo corporal, la sensorialidad integral, la dimensión estética, la preocupación ecológica, el sentido del perdón y reconciliación consigo mismos, etc.
- El educador–mediador
No por colocarlo como último apartado significa que sea el elemento pedagógico-metodológico de menor interés. Más aun cuando estamos hablando de personas y de su desarrollo integral mediante la interacción con otras personas. Este enfoque nos permite compartir nuestra reflexión sobre algunas funciones que deberían asumir todos los educadores y educadoras de un Centro que intente convertirse en plataforma de una acción evangelizadora y pastoral.
Como en las demás áreas del currículo formativo de los alumnos, hablamos de educadores cuya función mediadora opta por:
- La propuesta, más que por la norma.
- El acompañamiento, más que por el dirigismo.
- El proceso, más que por las acciones.
- Los objetivos más que por los contenidos.
- El trabajo en equipo más que por la acción individualista, por genial que sea.
- El reconocimiento del destinatario como protagonista principal de su propio proceso formativo.
- Comprender y asumir las consecuencias de contar con la diversidad de ritmos en cada destinatario.
- Dejar espacios a la acción del Espíritu que actúa cuándo, cómo y dónde quiere.
- Reconocerse como instrumento cualificado, pero instrumento, al servicio del que «viene detrás».
…Atendiendo, como es natural, a las posibilidades y diferencias que imponen las edades y situaciones personales de los destinatarios y de los miembros de los diferentes grupos de la Cep.
Se trata, en definitiva de sentirse mediador entre la cultura y la experiencia religiosa o eclesial y los destinatarios lo que supone, y más en el ámbito escolar, metodologías y relaciones similares a las indicadas para el desarrollo del currículo escolar, donde el educador permanece siempre más atento a los procesos y al desarrollo evolutivo de la personalidad integral de los alumnos que a los simples contenidos por importantes que sean. Es decir, nos ponemos en la órbita del Maestro, Jesús de Nazaret, que se siente llamado a ser maestro desde la cercanía y el encuentro de quien decide «plantar su tienda» entre nosotros.
- Y todo esto en un Proyecto de Animación Pastoral de la Escuela
Ahora queda lo fundamental: la práctica. El diseño, desarrollo, evaluación y propuesta de mejora de nuestra acción pastoral en la escuela, pasa por un Plan de Animación Pastoral que trate, en serio, de llegar a hacer de la «escuela» una «escuela en pastoral».
Y ahora hablaremos de análisis de situación y de objetivos, contenidos, metodologías, recursos…, es decir, cómo se hacen las cosas en la escuela. ¡Porque no queremos salirnos de la escuela ni colgarle «añadidos a la escuela»!
Y aquí la capacidad de liderazgo del Equipo Directivo, la actuación decidida del Departamento de Pastoral y el empeño y corresponsabilidad de toda la Comunidad Educativa tiene algo que decir. ¿Cosa de tiempo? ¡Naturalmente! ¿Y de recursos? ¡Claro! ¿No decimos que la pastoral es lo más importante de la escuela?
De acuerdo porque darle importancia a la pastoral es hacer importante a la escuela. ¡Ojo!, pero a toda la escuela!