El momento actual que vivimos derivado de la pandemia de COVID-19, está lleno de incertidumbre, complejidad y precariedad. Sin duda, esto nos impulsa a replantearnos nuestro futuro como humanidad y el cuidado de nuestro planeta. Con miras al año 2050 la UNESCO establece que “el conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables con los que dispone la humanidad para responder a los desafíos e inventar alternativas”. Si previo a la pandemia el tema de la educación ya era una discusión obligatoria, durante y después de la pandemia será una deuda y un requisito para ejercer un derecho ciudadano. Ante esta situación, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4: Educación de Calidad está siendo replanteado. Para ello, la UNESCO creó una iniciativa llamada Los Futuros de la Educación: aprender a transformarse con el objetivo de resignificar el papel del conocimiento, el aprendizaje y la educación para su contribución en el bien común mundial.
En este sentido, la Escuela Católica de América, unida al llamado del Papa Francisco de reconstruir el Pacto Educativo Global, se ha comprometido a poner en práctica estas ideas mediante la adopción de la iniciativa de la UNESCO: Los Futuros de la Educación.
“Es a ustedes, queridos educadores, a quienes invito de modo apremiante y renovado a volver el rostro a la niña esperanza, a esa pequeña virtud que parece arrastrar hacia delante, en su humilde persistencia y en su actuar casi como una nada, a sus hermanas mayores, la fe y la caridad. La pequeña esperanza avanza entre sus dos hermanas mayores y no se le toma en cuenta. Pero sólo ella es la que siempre comienza, porque es infatigable como los niños, esos alumnos que día a día nos encontramos, infatigables como la niña esperanza”.
Agarrados de esta soga de la esperanza, con la memoria de lo que Jesús nos prometió, vayamos adelante y recordemos lo que nos dice el Ángel: “No busquéis entre los muertos al que está vivo.
Oscar Armando Pérez Sayago
Secretario General CIEC