Follow Us On
asistente@ciec.edu.co. +57 (601) 2450255. +57 3105981330.
Bogotá, Colombia - América

“La pastoral educativa ¿está o no en el curriculum?”

“La pastoral educativa ¿está o no en el curriculum?”

Ruth Ramasco

Vamos a trabajar este documento de trabajo a través de los siguientes ejes, que tratan de seguir el itinerario del documento:

  1. La determinación de los modos de interpretación de la pastoral educativa y su relación con dos modos diversos de interpretación del Misterio Cristiano.
  2. Las formas de comprensión del curriculum que se desprende de las mismas y sus respectivas vinculaciones con dos modos de comprensión de la relación “fe-vida-cultura-conocimiento”.
  3. La síntesis de una institución educativa como una comunidad de vidas y saberes interpelada por el desafío del Misterio del Dios que deconstruye, critica y recrea la totalidad de nuestras experiencias y el conjunto total de nuestros saberes. Es decir, que abre toda nuestra experiencia para donarse en ella y más allá de ella.
  1. Interpretación de la pastoral, interpretación del Acontecimiento Jesucristo

 El documento de trabajo distingue dos modelos de interpretación de la pastoral educativa, modelos que se superponen habitualmente en nuestras prácticas, que se desplazan o solapan entre sí:

  1. la pastoral educativa consiste en la presencia de acontecimientos (liturgia, oración, actos religiosos, etc) en la trama de las instituciones educativas católicas;
  2. la pastoral educativa consiste en aquel conjunto de acciones de sentido que configuran el todo de la actividad escolar como “mediación metodológica de la inculturación del evangelio”, de manera que la oferta curricular de una obra educativa es la oferta de sentido de vida que la escuela hace a quienes se acercan a ella.

Estos dos modelos interpretativos corresponden a dos modos de comprender y actualizar el Misterio Pascual: o el Acontecimiento Pascual consiste en algo lejano del que hacemos memoria (penosa, indiferente o gozosa) por la acción de ciertas celebraciones o palabras que significan una ruptura con nuestra vida cotidiana, o una superposición con ella, o un agregado a ella, o el Acontecimiento Pascual es el núcleo de donación de sentido de la totalidad de nuestra vida, pese a nuestras incoherencias, nuestras lejanías, nuestras contradicciones, nuestras patologías personales, sociales, institucionales; nuestro pecado. Es decir, dona sentido a un conjunto complejo que incluye una situación socio cultural y económica, una trama indiscernible de salud y enfermedad; pero también nuestras decisiones, nuestros vínculos, nuestras convicciones.

Quizás sirva compararlo con el lugar que tiene en nuestra vida el amor. Hay vidas en las que el amor es algo de lo que hacemos memoria a veces; o corresponde a aquello en lo que ya no creemos, eso que dejamos para los ingenuos o los que no conocen la vida o los que no saben aún lo que es el abandono, la estafa, el desamor; o es algo banal y superficial, un estremecimiento, una ficción con la que relatamos una vida que no posee nada importante; o es un acotado espacio dentro de nuestra vida y no dejamos que se extienda mucho, porque no queremos que sus desilusiones desestabilicen a nuestros vínculos, ni a nuestro trabajo, ni a aquello que es seguro en nuestra vida. O no hay lugar para el amor, o decidimos que el amor sólo circule por determinados circuitos, para que los demás permanezcan seguros. En otras vidas, en otras decisiones, el amor irradia su sentido a todo lo que uno es, no porque no tengan cabida otros vínculos, otras responsabilidades y compromisos, otras exigencias, sino porque el todo de la vida de uno brota de haber conocido el amor. No es una anécdota, no es una “historia”, no es el mero llevarse bien con alguien o estar acompañado: es una línea de demarcación que ha construido otro perímetro en nuestra vida, es aquel vínculo en el que recibimos de nuevo el mundo y nuestra propia persona, y nuestro pasado y nuestro futuro. O el amor se superpone a nuestra vida, o no tiene espacio, o circula sólo por ciertos carriles que habilitamos a sus efectos; o el amor nos configura tan desde dentro que irriga todo nuestro espacio de mundo, que se expande por todas nuestras terminales nerviosas.

Volvamos al Acontecimiento Pascual y apliquemos a él estas categorías de presencia del amor. O la acción de Anuncio del Evangelio queda delimitada y circunscripta a fechas y lugares especiales, o es la acción por la cual tiene razón y sentido una determinada institución o grupo humano, el todo de su vida, el todo de sus hechos. Lo que este documento de trabajo dice en sus comienzos: un sentido del todo de la vida que se ofrece. En el marco de una institución educativa, esta oferta no se produce sólo desde la espontaneidad de la vida, sino como mediación metodológica. Es decir, como un itinerario que se objetiva críticamente, que se delibera, que atraviesa las exigencias del rigor de construcción de una institución educativa, pero cuyo sentido último es que el Evangelio se torne donación de vida para los hombres, acción a través de la cual Dios sale al encuentro de las vidas humanas allí donde éstas acontecen: sus culturas, su tiempo, su historia, sus coordenadas socioeconómicas; incluso la trama misma de sus padecimientos epocales, sus patologías, sus negaciones de sentido. En palabras del texto que han trabajado, inculturación del evangelio.

El Anuncio del Evangelio, anuncio que constituye a una comunidad y no a individuos aislados, anuncio que es eclesial por definición y marca los límites de esa comunidad (es la comunidad del Anuncio), es la identidad más radical de esta institución. La pastoral, como praxis del anuncio pascual, es, en una institución educativa, las acciones, palabras y hechos (acciones, palabras y hechos que pertenecen al ámbito educativo y generan educación) a través de las cuales el Evangelio que anunciamos se transforma en vida humana que recibe la donación de la comunicación de la vida de Dios. Es decir, la pastoral es una praxis de construcción del Reino, que se lleva a cabo como prolongación y vida de la Iglesia que anuncia. Para aquellos de entre nosotros que creen en el Misterio de Jesucristo como sentido definitivo del hombre y de su relación con el Absoluto, lo buscado es que la verdad de Dios se haga vida, esperanza, paz y convivencia de los hombres, que advenga el Reino, que no sea Señor de lo privado quien es Señor de la Historia. En términos de esta institución, que las acciones y los dichos de Jesús, el Cristo, no queden confinados a la sala de pastoral, sino que se vuelva configuración de la propuesta educativa, configuración de los vínculos, ejercicio de la autoridad, dinámica de relación de nuestras alumnas: oferta salvífica para todo aquel que viene a este espacio. Como el Reino no es un acontecimiento individual, que se haga entonces realidad de una comunidad.

 

  1. Curriculum y fe-vida-cultura-conocimiento

Las afirmaciones anteriores, con independencia de que produzcan adhesión o rechazo, nos plantean una interrogación fundamental: ¿cómo? ¿Cómo reconozco un modelo u otro? ¿Cómo paso de una praxis a otra? ¿Cómo hacemos? Más aún: ¿acaso es eso posible? En esos “cómo” se anudan nuestras desilusiones, nuestras críticas, nuestras objeciones a lo que muchas veces interpretamos como apetito de poder o formación de grupos de élites o alejamiento de los problemas vitales y personales, o una mirada sobre lo cristiano como aquello que nos es indiferente o sólo es el recuerdo apagado de nuestra niñez o adolescencia, o algo que nos es completamente ajeno.

La interrogación es entonces: ¿cómo paso de un curriculum fragmentario a un curriculum que obre como parte del acontecimiento de venida del Reino a nuestra vida? El documento les propone algunas claves sobre las cuales es posible trabajar:

  1. ¿es lo religioso un contenido al que hay que buscarle ubicación en el programa?;
  2. ¿es un conjunto de afirmaciones de carácter moral que entra en conflicto con nuestras vidas, nuestras decisiones o nuestros fracasos, dificultades, afectos?;
  3. ¿es algo absolutamente insignificante, resabio de cosas superadas, que no nos dice nada ni dice nada a nuestras alumnas, y que se cierra tan pronto cerramos las puertas del colegio?

Si lo planteamos globalmente, ¿se suma lo cristiano a la fuerza de fragmentación del curriculum, fragmentación a la que ya colaboran los avatares de su formación históricas y sus construcciones políticas, y la dificultad laboral que hace que no podamos pertenecer a una institución sino a varias? En otras palabras, si ya sin la consideración del Misterio Cristiano el curriculum posee un coeficiente importante de puntos de fuga e inconsistencias; si ya así en algunos momentos nos parece un rompecabezas al que le faltan o le sobran piezas, ¿no se comporta a veces la inclusión de lo cristiano como una pieza más a la que no sabemos bien dónde poner?

El primer modelo, con sus compartimentos estancos y rupturas o disociaciones, intensifica el tipo del curriculum fragmentado: muchas disciplinas, diversos niveles de exigencias académicas, proyectos que se entrecruzan y elementos que no se cumplen, decisiones y organigramas que no puede converger en un ofrecimiento y desafío real de la construcción de una síntesis, para que la vida, la cultura, la ciencia de este lugar sean tocadas, interpeladas, encontradas por el Misterio del Dios Vivo.

El segundo modelo busca hacer real el Anuncio del Misterio Pascual como pastoral desde los saberes. Ahora bien, los profesores y maestros tenemos la legítima intranquilidad de la seriedad y el rigor de la enseñanza y del aprendizaje; la legítima defensa de sus límites epistemológicos y sus recursos didácticos; la legítima preocupación por educar. El Anuncio del Evangelio no exime a ningún alumno de saber lo que debe saber y tener actitudes de honestidad humana; así como no exime a ningún profesor de exactamente lo mismo: idoneidad profesional, responsabilidad docente, actitudes éticas. El Anuncio de la Verdad en la que creemos más que en nosotros mismos, no impide que esta casa albergue a quienes no creen; no lo impide porque cree en un Dios que se ofrece a todo hombre. Pero no puede sino decir con claridad que esta casa ha surgido de la fe cristiana y no tiene razón de ser sin esa fe. Por lo tanto, sin importar cuántas sean las rectificaciones y correcciones que haya que hacer en miles de direcciones, hay algo que no se negocia y eso es el cristianismo. En una institución educativa cristiana, un curriculum que opere como un mediador de la inculturación del evangelio significa: el punto fijo de una identidad innegociable, la oferta del Misterio de la Encarnación como compañía real de toda experiencia, de toda matriz cultural, de toda disciplina y todo saber. Esa experiencia de compañía se ofrece recepción de todo lo que humanice y exigencia de interpelación de todo lo que deshumanice. El modo específico de esta compañía es la compañía en el saber, la generación de cultura, el desarrollo de la vida y la personalización. Es decir, educación.

Si volvemos a mirar lo que decíamos al comienzo, encontramos una íntima prolongación. Curricula fragmentarios y formados por yuxtaposiciones equivale a vidas e instituciones cuyos elementos se yuxtaponen. Es la vida y cultura de las instituciones lo que debe integrarse y recibir el Anuncio, para que el curriculum se vuelva ofrecimiento eficaz del evangelio.

 

  1. Hacia la síntesis

El documento propone también dos instancias capaces de contribuir al hallazgo y construcción de este camino de una forma de curriculum a otro:

  1. la reflexión crítica de las ciencias;
  2. el diálogo con las preguntas de la fe.

Vamos a hacer algunas observaciones sobre ello, privilegiando dos elementos: el sentido de crítica y el sentido de pregunta.

En el esquema propuesto, se apunta inicialmente a la imprescindible vinculación de toda nuestra experiencia de conocimiento con la experiencia de liberación y humanización de la vida humana, individual y social. Lo cual quiere decir que no conocemos por un preciosismo o un gusto personal, no conocemos porque no sabemos hacer otra cosa, sino que el conocimiento es parte de ese imprescindible proceso según el cual el hombre está interesado en la humanización del hombre. Conocemos y buscamos conocer porque queremos ser libres, y porque queremos que la liberación alcance a todo hombre, a toda mujer. Las diversas ciencias han surgido de esa profunda necesidad que poseemos los hombres de adaptarnos (ciencias naturales), comunicarnos (ciencias humanas), liberarnos (ciencias sociales y políticas). Las ciencias surgen porque al hombre le interesa el hombre. Sin embargo, debemos plantear dos observaciones críticas. Si bien es legítimo afirmar que el hombre quiere conseguirse como hombre en su experiencia de conocimiento, y por ende está interesado, también es preciso decir que las ciencias surgen también de aquel impulso en el que el hombre se sobrepasa a sí mismo, eso a lo que también denominamos “desinterés, alegría del conocimiento, vocación de mundo”. Querer reprochar estas alegrías, pretender que la necesaria transformación de la realidad y la búsqueda de la justicia se encuentre reñida con la afirmación de que el hombre supera al hombre y está más allá de sí mismo, es demasiado mezquino, demasiado descalificante de lo humano, denuncia de ideologías que encubre las propias. Pese a que muchas deformaciones y patologías de las experiencias religiosas en general y la experiencia cristiana en particular puedan y deban ser denunciadas como opresiones, no aceptamos que el Misterio Cristiano sea en sí mismo un elemento de opresión ni que la liberación implique liberarnos también de él. Dispuestos a colaborar en todo lo que implique la liberación del hombre, nos vemos obligados a afirmar con total vehemencia que el Anuncio Pascual en el que creemos encierra la fuente de nuestra libertad y no dejaremos que nos sea quitado.

Este doble juego que ocurre en el todo de la aventura del conocimiento se produce en cada una de las áreas o elementos que lo constituyen: lo científico, lo artístico, lo ético. Compromiso con lo humano, apertura de lo humano: por lo primero, interés, por lo segundo, acogida a aquello que en nosotros se abre por encima de sí mismo. De modo que nuestra experiencia institucional asume este compromiso y esta apertura como proceso de oferta a otros, como transposición de esos itinerarios y transformación de los mismos en proceso educativo.

Según cuál sea nuestro interés pregnante, seleccionamos lo que vivimos, producimos un mundo. Siguiendo las observaciones de Lonergan, cuando de la inmediatez del trato con las cosas pasamos a contactarnos con ella mediante la pregunta que busca comprenderlas, hemos pasado del patrón experiencial al patrón intelectual; hemos pasado, aunque sea inicial e introductoriamente, al ámbito de la ciencia. De modo que educar en ella es favorecer este paso, instalar en el horizonte de selección de los nuestros la pregunta por la comprensión, la que busca un mundo común, relaciones entre objetos que sean válidas para todos. Cuando nuestra experiencia construye en nosotros la aptitud para experimentar la realidad en su carácter de originación humana y de invitación a participar e ingresar comunicativamente en ella, entonces se ha pasado a un patrón artístico. Educar en él consiste en instalar en el horizonte de selección de los nuestros lo que puede llevarlos a entrar en comunicación con los seres y con sus propias capacidades creadoras. El patrón práctico, en cambio, implica otra forma de contacto con las cosas; nos contactamos con las exigencias de decisiones que laten en las situaciones singulares y concretas, en aquello que nos permite decidir sobre lo que ocurre en el aquí y el ahora. Educar en este patrón equivale a abrir el horizonte con la posibilidad de percibir la exigencia de decisión y resolución que exige la vida, y sobreelevar esta exigencia a la búsqueda de fundamentos y normas, a una reflexión ética.

Cualesquiera sea el área, si las instituciones educativas tienen que ver con el saber, tienen que ver con esta transposición de compromisos del área de lo privado al de lo público. Pero, con más fuerza que ello, tiene que ver con la inclinación y apertura del horizonte, de la cabeza, del corazón, a la propuesta de un nuevo mundo, a la fuerza para elegirlo y al compromiso de participación en la humanización y liberación de los hombres. Educar es entonces abrir y ofrecer la apertura, comprometernos juntos en una nueva liberación.

Nos situemos ahora en la mejor hipótesis: no en la hipótesis de nuestras deficiencias de conocimiento, ni en nuestros límites humanos, ni en nuestras contradicciones y pecados. Nos pongamos en la hipótesis del joven rico que se acerca a Jesús de Nazareth y le pregunta qué debe hacer. Pero nos situemos como institución que educa: preguntemos a Jesús qué debemos hacer. Supongamos que pudiéramos decirle a Jesús que conocemos nuestras disciplinas, que nos interesa seriamente la educación de nuestras alumnas, que asumimos seriamente la apertura y ofrecimiento de mundo que significa el arte, la ciencia, la capacidad de acción consciente y fundamentada. ¿Cuál es entonces la pregunta e invitación de Jesús? “Vende lo que tienes y sígueme”. En nuestro mundo, eso significa dos cosas: no transformen ese mundo en lo que los clausura al Anuncio del Evangelio, cambien esos bienes, vayan más allá de esos bienes (autotrascendencia cognitiva y moral); anímense a llevar sus preguntas y sus saberes y sus intereses y sus responsabilidades hacia aquel lugar donde escuchen lo que en el interior de sus saberes y sus prácticas clama por el Dios Vivo (eso a lo que el documento llama “un deseo incondicionado e irrestricto”); eso que anhela sin restricciones ni condiciones; eso que en nosotros no sólo pide justicia y liberación para los hombres (aquello que nos interesa), sino que pide a Dios (y ahí no podemos simplemente decir que nos interesa o que nuestra pregunta es interesada). Cuando un ser humano o una comunidad pide que venga el Reino, que acontezca Dios, no está pidiendo por su liberación, no está pidiendo sólo por lo que lo oprime: lo que anhela es que venga Él. Incondicionalidad del amor, superación de uno mismo, sus intereses, sus deseos. Cuando uno ama, no anhela meramente la compañía, o lo que el otro o la otra me da; no anhela sólo la superación de las propias dificultades: lo que desea es su Presencia. “No quieras tu libertad más que mi presencia, no quieras tus bienes más que mi compañía, tu libertad es para seguirme, tus bienes para convertirse en la intensidad del amor” Vender la ciencia, el arte, la resolución práctica, no consiste en abandonarlos o en despojarse de ellos: consiste en transformarlos en parte de la experiencia del amor. Consiste en abrirlos desde el amor. Por ende, la pregunta religiosa no es la pregunta que se suma a las preguntas a través de las cuales he producido una experiencia de saber: es la pregunta que constituye la vocación más radical de todas mis preguntas, allí donde éstas se animan al amor.

La pastoral no es un extra del curriculum; ni sus miembros son una élite. Es el dinamismo de apertura al Misterio Pascual que abreva y desafía toda nuestra legítima experiencia de ciencia y de arte; es el ofrecimiento de Jesús al joven rico, que no se inhibe por nuestro cumplimiento ni por nuestros bienes y despierta en ellos el anhelo de Dios.

Related Posts