Por: José Luis Meza Rueda
Tener en cuenta a la persona, hombre o mujer, y su proceso de realización o de plenitud en una determinada cultura, es uno de los nodos de anclaje de la educación religiosa en la escuela. Más todavía, una educación que no considere lo religioso tendría una gran falencia, de la misma manera que si faltara la formación en cualquiera de las otras áreas fundamentales. Así, la educación religiosa hace un aporte esencial para lograr la “conquista de lo humanum”, como bien lo dice Raimon Panikkar.
Sin embargo, desde hace algunos años nos encontramos en un momento de reflexión rigurosa acerca de la naturaleza y propósito de la educación religiosa, entre otras razones, porque el diseño que nos acompañó durante muchos años ha perdido actualidad y pertinencia y, en ocasiones, al desistir en la búsqueda, ha llevado a homologarla con la catequesis, la educación ética y moral, la educación en valores e, incluso, la educación cívica y democrática, como si se “tratara de lo mismo”.
Animados por lo anterior, esta ponencia pretende dar luces acerca del lugar y la necesidad de la educación religiosa en la escuela y su aporte en la búsqueda de sentido en la cual se encuentran las culturas juveniles de nuestro contexto. En un primer momento haré una aproximación al concepto mismo de la ERE, sus características y sus propósitos y, en un segundo momento, me detendré en la importancia que tiene para la formación del sujeto en un contexto como el nuestro –colombiano y latinoamericano-, pero desde ahora aclaro que su importancia, más que ontológica, tiende a ser fenomenológica. En otras palabras, la ERE tendrá una palabra para decir si, y sólo si, se pone en la tarea de leer las necesidades y los intereses de los niños y jóvenes y, de manera particular, si intenta una aproximación seria a los imaginarios juveniles y su mundo simbólico.
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