Por: Óscar A. Pérez Sayago – Secretario General de la CIEC.
“Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos. Así conocerán la verdad que los hará libres”[1].
Ha calado muy hondo entre nosotros la obra clásica de Paulo Freire titulada: “La educación como práctica de la libertad”, hasta el punto de convertirse en todo un programa pedagógico. En efecto, no hay educación sin hacer un llamado a la libertad y a la opción y a la promoción de su ejercicio.
La educación liberadora plantea como meta la conquista de la libertad en condiciones de opresión, como fundamento y objetivo de todo proceso educativo: educar en y para la libertad.
Por eso, en la pedagogía de Jesús, junto con la centralidad y la valoración de la persona, encontramos, como condición y confluencia, el llamado permanente a la libertad: “Para ser libres nos libertó Cristo. Manténganse, pues, firmes y no se dejen oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”[2]. Además, para Jesús como Maestro, la verdadera condición y garantía de la libertad: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”[3].
En la proclama que Jesús lanza desde la sinagoga de Nazaret, definiendo la misión para la cual había sido enviado, plantea el carácter liberador de la evangelización, de la Buena Noticia del Reino de Dios que es también la razón de ser de su práctica como Maestro. A partir de ese momento, su tarea educativa posee esa óptica e intencionalidad liberadoras. Su quehacer educativo se convierte necesariamente en un proceso liberador de toda servidumbre y alienación[4].
Ya el documento de Medellín proponía la “educación liberadora” como la más conforme con el desarrollo integral del Continente y la definía como aquella “que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo. La educación es efectivamente el medio clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre, y para hacerlos ascender de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, teniendo en cuenta que el hombre es el responsable y el artífice principal de su éxito o de su fracaso”[5].
Situaciones de las cuales la educación deberá ayudar a liberarse son la pobreza, la ignorancia, la invisibilización social y política, la violación de los derechos humanos, la carencia del sentido de la vida, entre otras.
Para más información:
PERESSON, Mario Leonardo, 2012, A la escucha del maestro, Bogotá, Colombia, 2012.
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Fuente: CIEC.
[1] Jn 8, 31-32.
[2] Ga 5,1.
[3] Jn 8,32.
[4] Cf. Lc 4,16-21.
[5] DM 4, 8.