Por: Laura Román – Educación 3.0.
Gracias a la inteligencia social, los seres humanos nos podemos relacionar con empatía, respeto y asertividad. Explicamos en qué consiste y cómo ponerla en práctica con el alumnado.
“¿Cuáles serán los trabajos del futuro que no podrán hacer los robots?”, preguntó un niño al comentarista político John Oliver en un programa de la televisión americana. “Esto es lo que puedes hacer: una serie de tareas no rutinarias, que requieran inteligencia social, pensamiento crítico complejo y resolución creativa de problemas”, respondió. Desde hace tiempo, en el entorno educativo se habla del desarrollo del pensamiento crítico y de la resolución de problemas como habilidades clave para preparar a los estudiantes para su futuro laboral pero, ¿qué ocurre con la inteligencia social? ¿Qué es exactamente esta competencia? ¿Y cómo se puede trabajar en clase?
Los elementos de la inteligencia social y su relación con la inteligencia emocional
El psicólogo y pedagogo Edward Thorndike fue el encargado de acuñar este término en los años 20 para definir la habilidad del ser humano para relacionarse con otras personas desde la empatía, el respeto y la asertividad. No es una destreza sencilla, ya que implica contar con capacidades comunicativas fluidas (tanto verbales como no verbales); conocimiento sobre los roles sociales; capacidad de escucha; sensibilidad hacia los demás; y la construcción de una imagen externa propia con la que poder relacionarse y que esté en concordancia con la forma de pensar.
Todos ellos, aspectos que se enmarcan dentro de las dos grandes áreas que engloba la inteligencia social: la conciencia social y las aptitudes sociales. “La conciencia social es lo que percibimos respecto a las demás personas. Requiere de un conjunto de nociones y mecanismos automáticos que nos permiten interpretar las emociones de las personas con las que nos relacionamos”, señala Mónica Silvina, maestra de Educación Infantil y formadora en educación emocional. Las aptitudes sociales, por su parte, son la comunicación, la escucha activa, la confianza, el compromiso… “Es la manera en la que gestionamos toda esa información que recibimos de los demás”, continúa la maestra.
Además, para que la inteligencia social se desarrolle correctamente hay que tener en cuenta otro elemento más: la inteligencia emocional. Y es que la gestión, identificación y comprensión de las emociones resulta esencial para interactuar con el resto de las personas. “La inteligencia emocional está relacionada con la capacidad para identificar las emociones en los rostros, voces y expresiones de los demás y en uno mismo; mientras que la inteligencia social implica relacionarnos de manera efectiva con los demás, es decir, nos permite mantener relaciones sanas, con responsabilidad afectiva, con escucha activa… Por lo tanto, la inteligencia social tiene su pilar en la emocional, ya que utiliza las habilidades que le aporta esta última”, detalla la psicóloga Rocío Rivero.
Practicar la inteligencia social con el alumnado
Para poner en práctica la inteligencia social “es importante ‘entrenarse’ en escucha activa, ponerse en el lugar de la otra persona, agradecer a los demás o comunicar lo que se quiere y se necesita”, tal y como indica Rivero. Asimismo, son muchas las actividades y ejercicios que se pueden llevar a cabo con los estudiantes para llevarla a cabo, siempre teniendo en cuenta su nivel y edad.
- Para comenzar. “Con un espejo podemos indicar a los estudiantes que identifiquen sus gestos y el de compañeros dependiendo de la emoción que se le indique”, propone Rivero.
- Expreso mis emociones. “Es un trabajo diario imprescindible en el aula, junto a la resolución de conflictos. Los estudiantes aprenderán a reconocer sus emociones y las ajenas y a trabajar la empatía, la escucha activa, el diálogo asertivo, etc”, explica Silvina.
- Historias sin acabar para trabajar la empatía. “Un estudiante o un grupo comienza una historia y los demás tienen que adivinar cómo hubiera terminado en función de los sentimientos que él o ella piensa que tiene la otra persona”, comenta Rivero.
- Filosofía para niños. “A través de diferentes disparadores (narraciones, arte, juegos….) se plantean preguntas filosóficas relacionadas con el ámbito emocional. De este modo, y mediante el diálogo filosófico, se construye una comunidad de investigación entre todo el grupo”, aporta Silvina.
Fuente: Educación 3.0.
Conozca AQUÍ todas las noticias sobre la escuela católica en América. Síganos a través de las redes sociales, Facebook, instagram y twitter.
#SomosEscuelaCatólicaDeAmérica.