Por: Mayte Helguera – Guía infantil
La palabra disciplina etimológicamente proviene del latín ‘discipulus’ y significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. En la crianza y en la educación de los hijos la disciplina es no solo necesaria, sino imprescindible. Los padres y madres deben esforzarse en aplicarla de la mejor forma para que los hijos crezcan con una sana y fuerte autoestima. Por ello, no podemos perder de vista algunos errores de disciplina que pueden llegar a resultar muy tóxicos para los niños.
Los niños necesitan límites y disciplina para ser felices
El ejercicio de la disciplina facilita que el niño se convierta en discípulo, es decir, que sea capaz de aprender. Para ello necesita saber cuáles son los límites, las normas de su entorno, lo que está bien y lo que está mal, que sus actos tienen consecuencias y cuáles son en cada caso.
Esto le permite entender su entorno como algo aprehensible, algo que puede comprender, que es razonablemente estable y que puede controlar. Todo esto es lo MÁS importante para que el niño construya una autoestima sana y fuerte.
El problema es que en ocasiones la palabra disciplina erróneamente está asociada solo a autoritarismo y castigo, y esto supone tan solo una forma de llevarla a cabo que sin duda no es la mejor. A finales del siglo XX algunos psicólogos como Jane Nelsen acuñaron el término disciplina positiva y propusieron un modelo educativo basado en sus principios.
Algunos errores de disciplina comunes que dañan a tus hijos
Hay tres conductas muy frecuentes a las que los padres y madres deben prestar mucha atención para eliminarlas de su forma de ejercer la disciplina en el día a día. Estas son:
– Etiquetar
Es cuando ante una conducta que queremos corregir, nos referimos al niño con una definición global y permanente de su persona. Poner etiquetas a los niños es decir cosas como: ‘Eres malo’, ‘Eres un vago’, ‘Eres insoportable’.
No calificamos la conducta, calificamos al niño en su conjunto. Señalar lo que el niño tiene que mejorar es necesario pero, en buena aplicación de la disciplina, debemos poner atención en hablar siempre y solo de la conducta, no del niño en su esencia. Diferenciar esto es muy importante para la construcción de una buena autoestima.
– Amenazar
En ocasiones cuando estamos enfadados perdemos el control sobre lo que decimos y podemos caer en formular amenazas a los niños. Es una forma de violencia a veces sutil pero siempre muy potente y con efectos devastadores en la autoestima de los niños. Provoca miedo, en los casos más graves verdadero terror, y les hace percibir su entorno más próximo como hostil, donde algo malo puede pasar.
– Comparar
Intentando corregir una conducta y buscando tener impacto en el menor para que cambie eso que queremos, le comparamos con un hermano, amigo… incluso con nosotros mismos (padre o madre). El mensaje y lo implícito en él es muy nocivo ya que estamos negando al niño a favor de ese otro con el que le comparamos.
Estas tres cosas se hacen con mucha frecuencia en el día a día, incluso padres conscientes y comprometidos con buscar la excelencia en su labor pueden caer en ellas en un momento dado con el estrés de las rutinas diarias. Sin embargo es importante mantenerse atento para minimizarlas ya que tienen efectos muy negativos en la construcción del yo del niño y consecuentemente en su autoconcepto y autoestima.
Las formas de disciplina más tóxicas y perjudiciales
Pero, además, los padres debemos tener en cuenta que hay dos formas de disciplina que resultan muy tóxicas para los niños y, por tanto, perjudican su salud mental. Ambas son graves errores que los padres no podemos permitirnos.
– El autoritarismo y la disciplina basada en el castigo
Solo genera miedo en el niño, obedece porque tiene miedo pero está muy lejos de lo que señalábamos más arriba como deseable para su desarrollo. El niño que crece con miedo normalmente alberga resentimiento y violencia dentro de sí.
– La negligencia y la ausencia de límites
Un entorno sin normas y sin límites, donde todo vale, no hay estructura, roles, ni consecuencias, es un entorno que produce niños que sufren mucho porque no pueden anclarse en nada, no pueden aprehender su entorno.
La disciplina positiva es educar con amor, respeto y firmeza
Si cada una de las formas anteriores se situara en los extremos de un mismo continuo, en el punto medio (el deseable equilibrio), estaría lo que antes avanzábamos como disciplina positiva. Educar con disciplina positiva implica sumar firmeza y amor, teniendo en cuenta estos cinco aspectos:
– Tratarse bien, con amabilidad y ternura. Cuidar la comunicación en todas sus dimensiones: verbal y no verbal.
– Respeto bidireccional, de los adultos a los niños y viceversa.
– Cuidar los vínculos como el tesoro más importante.
– Contar con el niño, implicarle, tenerle genuinamente en cuenta. Hacerle saber que es importante y único.
– Invertir en inteligencia emocional, lo que va a ser garantía de una buena gestión emocional.
La consecuencia natural de todo esto será niños capaces, íntegros, con confianza en sí mismos, independientes y autónomos, con buenas habilidades de gestión emocional y lo que es más importante, con las mejores herramientas para la vida.
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Fuente: Guía Infantil.
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