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El modelo educativo que convirtió a un colegio de Pitalito en el mejor del mundo

El modelo educativo que convirtió a un colegio de Pitalito en el mejor del mundo

Por: Dylan Escobar RuizEl Tiempo.

A las afueras de Pitalito, Huila, justo cerca de las comunidades Holanda, Santa Inés y San Francisco, está ubicada la mejor escuela del mundo en materia ambiental: la Institución Educativa Montessori sede San Francisco, conformada por más de 300 estudiantes y más de 3.000 alumnos en todas sus 12 sedes. El reconocimiento fue dado por World’s Best School Prize 2023, una organización británica que premia las mejores estrategias educativas en el mundo.

El premio fue dado a conocer el pasado 4 de noviembre en compañía del Ministerio de Educación y EL TIEMPO visitó sus instalaciones para conocer el modelo educativo ahora referente a escala mundial. Se trata de Cafelab, una iniciativa creada por Ramón Majé y Jorge Arias, docentes de la Institución Educativa Montessori sede San Francisco.

Ellos partieron de una premisa: “Un aula de clase tiene la capacidad de moldear y transformar las mentes de los estudiantes y ayudarlos a comprender los retos que pueden enfrentar al momento de salir al mundo real”, le dijeron a este diario los profesores.

A juicio de los docentes, su modelo desafía los paradigmas arcaicos de la educación pero al mismo tiempo están motivando a los jóvenes de la zona rural de Pitalito a formular y resolver los problemas frecuentes de su entorno. Pero, sobre todo, enfocado en el aprovechamiento de los residuos que deja el cultivo de café en esta zona del país.

Arias reconoce que su modelo educativo ambiental surgió frente a la dificultad de enseñar en pleno siglo 21, donde existen varios distractores para las nuevas generaciones. “Yo me aburrí de dar clase de transmisión de contenido porque mis estudiantes luego de una semana se les olvidadaba todo lo que les había dicho”, contó el profesor de ciencias naturales, que sentía que no estaba aportando realmente a sus alumnos, sino todo lo contrario, los estaba limitando.

Entonces, junto a Ramón Majé, docente de matemáticas y física, idearon Cafelab, un modelo educativo que comenzó en 2017 con un apoyo reducido, pero juntos anhelaban de un cambio estructural en la enseñanza y en la creación de proyectos de innovación para que los niños y jóvenes aportaran al desarrollo económico, social y ambiental de la región.

Hoy esa idea transformó a esta escuela de Pitalito en un referente en materia ambiental en todo el mundo. El día de la premiación, estudiantes, maestros y directivos se alegraron del reconocimiento, un significativo impulso para el trabajo que han desarrollado en más de cinco años.

Así es Cafelab

Tres palabras explican este modelo: Inmersión, transferencia y comunicación. La inmersión es la fase fundamental que todo integrante de Cafelab desarrolla para diagnosticar las problemáticas que afectan su entorno. El profesor Majé explicó que “a través de lecturas de antecedentes de la región y entrevistas a caficultores, los estudiantes realizan una radiografía completa de las amenazas y plantean una solución”.

Luego, la transferencia se basa en el diseño de prototipos de prueba y evaluación, para finalizar con la comunicación, donde los estudiantes refuerzan competencias orales y escritas, ya sea con la elaboración de artículos científicos o presentación de sus trabajos en distintos eventos nacionales e internacionales.

El cambio, sin embargo, ha traído desafíos. “Cualquier transformación genera un trauma y cierta resistencia tanto en los niños como en los propios profesores, porque ya no existe el rol protagónico del maestro”.

De hecho, los estudiantes de Montessori ya no ven a los docentes como una figura de autoridad, sino como un amigo con el cual pueden compartir sus ideas sin ser juzgados o señalados. Ahí radica el inicio de una estrategia innovadora de aprendizaje.

Juventud y café: una combinación ganadora

Pitalito es el corazón de la región cafetera, debido a que, según la Unidad de Planificación Rural y Agropecuaria (Upra), aporta alrededor de 26.000 toneladas al año de café, y ocupa el primer puesto en la producción en el país. Los estudiantes de la Institución Montessori se metieron en el cuento, como se dice coloquialmente, en aportar a que esta economía creciente de la mano con la sostenibilidad ambiental.

“Mi abuelo se mudó en 1985 de Santander de Quilichao a Pitalito en busca de nuevas oportunidades y empezó con el cultivo del café”, afirmó Jaider Narváez, estudiante de décimo grado, que se motivó a entrar a Cafelab para atender la necesidad de saber qué hacer para disminuir el impacto ambiental ocasionado por residuos de la caficultura. Esto porque el 40 por ciento del fruto fresco del café, que es la pulpa, y el cisco que se emplea para la crianza de los porcinos, era votado a las fuentes hídricas por los campesinos y las personas aledañas a la zona, lo que provocaba una alta contaminación.

Entonces, Jaider frente a esta problemática que observaba de manera recurrente decidió convertirla en una fortaleza. “Quise juntar esos dos residuos en la creación de un compostaje o también conocido abono orgánico para reutilizarlo en la fertilización de las huertas o cualquier tipo de cultivos”, señaló.

Estar en Cafelab no solo le ha ampliado las perspectivas de vida a Jaider para solucionar los problemas de su entorno, sino también, a pensar en el gran impacto que puede representar en el futuro para su comunidad. “Cuando salga del colegio, no va a quedar lo que hice en el aula de clase, sino se va a ver reflejado en diferentes familias de la región, que van a comenzar a implementar todos los proyectos que hemos hecho los estudiantes, y así volver más sostenible el cultivo de café”, cuenta el estudiante con motivación.

El modelo educativo también insta a los alumnos a pensar en proyectos que impacten a generaciones futuras. Por ejemplo, Lucía Ortiz, estudiante de décimo grado, explicó que durante su estancia en Cafelab creó un emprendimiento de jabones exfoliantes a base del cuncho del café que es cien por ciento natural.

“Toda mi vida he estado relacionada con esta actividad y en mis tiempos libres me gusta ir a recolectarlo con mi familia”, dice Lucía. Además, cuenta que al terminar el colegio, al igual que la mayoría de los jóvenes que pertenecen a este proyecto, anhela seguir colaborando a disminuir el impacto ambiental, junto con un sueño espera alcanzar.

Una innovación permanente

La parte audiovisual es otro componente relevante que marca la diferencia en la sede San Francisco de Montessori. Una parte de la innovación está en la creación de proyectos, que debe estar acompañada con su respectiva difusión. “La idea con las producciones que hacemos en la institución es concientizar a las personas de abandonar ciertas prácticas del cultivo del café y también contar historias de la región”, dijo Nicol Díaz, quien cuenta que su momento más feliz en Cafelab fue cuando junto a otros compañeros realizaron el documental “Huellas de una guerra”, que relata la historia de un estudiante de la escuela Montessori, que tuvo que abandonar Nariño por la guerra, film que ganó un premio internacional dado por Corea del Sur.

La transformación también radica en la personalidad y la confianza de los estudiantes. Thomas Arango llegó hace tres años en época de pandemia a Pitalito, junto a su mamá, su hermana y su abuela. “Antes me daba miedo subirme y expresarme en una tarima”, reconoce el estudiante.

Pero pertenecer a Cafelab ha reforzado habilidades comunicativas que antes se le dificultaba y le ha dado la posibilidad de estar en todos los proyectos de la institución. “Admiro a las personas como nuestros profesores que permiten a los niños y a los estudiantes poder crear su propio mundo”, agregó Thomas.

Todos los estudiantes tienen la posibilidad de pertenecer a este proyecto. No importa el grado, lo relevante es despertar en ellos el sentido de la innovación y la sostenibilidad ambiental. “Nosotros buscamos consolidarnos como un centro de investigación e innovación de la región y también a nivel nacional”, enfatizó el profesor Ramón, quien espera que los proyectos educativos se repliquen no solo en el tratamiento del café, sino además, para mitigar otras consecuencias ambientales.

¿Qué dice la ministra de Educación Aurora Vergara sobre este hito?

¿Cómo le pareció haber compartido una tarde con los jóvenes de la institución educativa y conocer todos sus proyectos?

Conocer la experiencia de los jóvenes de la Institución Educativa Municipal Montessori en la sede de San Francisco me dio la posibilidad de ver el modelo funcionando en conexión con los niños y las niñas. Ver el brillo en los ojos, la felicidad de estos jovencitos que calculan y toman decisiones, que transforman los productos con los que han crecido es la mejor lección de un modelo pedagógico. Reconozco que es un modelo que está transformando las vidas de estos jóvenes y que en el largo plazo va a posibilitar que tengan éxito en las pruebas de estado y en el acceso a la educación superior y que sigan generando acciones de desarrollo económico en su territorio.

¿Qué acciones tiene programadas el Gobierno Nacional para potenciar estas estrategias ambientales en los colegios del país y en especial ubicados en la zona rural?

Vamos a fortalecer el financiamiento para dos vías específicas: actualizar la política de educación ambiental que lleva 20 años sin ser actualizada y posibilitar que en las escuelas se pueda integrar los retos que estamos enfrentando actualmente en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y vamos a fortalecer la infraestructura educativa, adicionado un presupuesto que permita que las más de mil escuelas que se necesitan construir en el país puedan conectarse con las nuevas tecnologías de bioconstrucción; y seguir con los más de 19.000 mejoramientos que permitan reconocer la importancia de una escuela que está conectada con los retos del cambio climático.

¿Cuál experiencia o situación que le ha marcado durante el contacto con los niños de la escuela Montessori?

Fueron muchas experiencias, la verdad esta es una comunidad muy bella. Me marcó en el momento en que recibimos el premio la conexión entre un jovencito de esta comunidad que se llama Thomas con su abuela, su mamá y su hermana. También escuchar a un caficultor que puede decir claramente que un estudiante de octavo le está enseñando a garantizar que su emprendimiento se fortalezca. Este es el mundo en el que las escuelas del país nos están ayudando a entender cómo podemos ofrecer a esta generación claridad de propósito, y una nueva visión de futuro conectadas con sus familias y su territorio.

Fuente: El Tiempo.

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