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Bogotá, Colombia - América

Educar para la Hospitalidad

Educar Para La Hospitalidad

Oscar A. Pérez Sayago

La ética no vive solo de principios, sino que se traduce en virtudes, las cuales normalmente constituyen el contenido concreto de las diversas morales. Hay virtudes cardinales que están presentes en todos los pueblos, y su vivencia, aunque sea diferente en las diversas culturas, pueden mantener a la humanidad unidad. Entre esas virtudes cardinales encontramos la hospitalidad.

La hospitalidad es la primera virtud en una sociedad globalizada. Todos somos hijos de Dios desde nuestra fe cristiana, e hijos de la Tierra y huéspedes en este mundo. Tenemos el derecho de visitar toda la Casa Común y de recibir hospitalidad. Y simultáneamente, todos tenemos también el deber de ser hospitalarios con los demás.

Vivimos la hospitalidad cuando acogemos generosamente, damos de comer y de beber a quien acogemos, escuchamos atentamente, dialogamos con franqueza, negociamos con honestidad, renunciamos desinteresamente y aceptamos sin restricciones a los diferentes. Lo mismo vale para quien recíprocamente tiene el deber de ofrecer hospitalidad.

En nuestros días, esta virtud de la hospitalidad, que posee los signos de la divinidad, está ausente en muchos casos; hay millones de migrantes y refugiados que no son recibidos por varios países, y no es raro que tengan que superar grandes obstáculos o verse obligados a detenerse frente a los muros o simplemente no son recibidos por discriminación, como, por ejemplo, por ser musulmanes o por no traer ningún bien apetecible. Todas las tradiciones culturales lo afirman: quien acoge al extraño y al peregrino, hospeda anónimamente a Dios. Y hoy Dios está a la intemperie, como el Niño que tuvo que nacer en una gruta entre animales “porque no habrá lugar para José y María en ninguna posada” (Lucas 2, 7).

Si nos percatamos bien, nosotros no existimos, co-existimos; no vivimos, sino con-vivimos. Somos por esencia seres sociales y comunitarios. Convivir implica acoger al otro como diferente, con sus luces y sombras. La hospitalidad implica la convivencia. La convivencia supone que más allá de las diferencias podamos descubrir puntos en común.

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