Oscar A. Pérez Sayago
La convivialidad es la capacidad de hacer que convivan las dimensiones de efectividad y la compasión; del diseño de productos y la creatividad; de la libertad y la fantasía; del equilibrio multidimensional y la complejidad social: todo para reforzar el sentido de pertenencia universal.
La convivialidad como concepto fue puesta en circulación por Iván Illich (1926 – 2002) uno de los grandes pensadores proféticos del siglo XX. Nacido en Viena, trabajó con latinos en Estados Unidos y posteriormente en México. Se hizo famoso por poner en tela de juicio la medicina y la escuela convencionales. A través de la convivialidad intentó dar respuesta a dos crisis: la del proceso industrialista y la de la ecología.
El proceso industrialista hizo que el dominio del ser humano sobre el instrumento se convirtiera en dominio del instrumento sobre el ser humano. Hizo surgir una sociedad llena de aparatos, pero carente de alma.
Los valores humanos del amor, de la sensibilidad, del cuidado, de la comensalidad y de la veneración pueden imponer límites a la voracidad del poder-dominación, y a la exploración-producción-acumulación.
Educar para la convivialidad pretender ser una respuesta adecuada a la crisis ecológica, producida por el proceso industrialista de los cuatro últimos siglos. Educar según el sagrado principio de la autolimitación y de la justa medida, y a continuación vendrá el esencial cuidado de todo cuanto existe y cuanto vive, la gentileza para con los humanos y la veneración para con l madre Tierra.
Educar para la convivialidad es enseñar a que los niños y jóvenes aprendan a usar los instrumentos tecnológicos como medios y no como fines; habrán aprendido a convivir con todas las cosas sabiendo tratarlas con reverencia y respeto.