Oscar A. Pérez Sayago
La cultura imperante no tiene el sentido de la autolimitación ni de la justa medida. Por eso es super consumista y descuidada.
La justa medida es lo óptimo relativo, el equilibrio entre lo más y lo menos. Si prestamos atención, la justa medida es la fórmula secreta a través de la cual el propio universo se organizó y garantizó su equilibrio. Todo se produjo en la justa medida, de tal suerte que se instauró un equilibrio dinámico y sutil entre expansión y condensación. Así pudieron surgir cuerpos densos, seres vivos y complejos como los animales y nosotros mismos.
Este sentido de la justa medida está presente en todas las culturas y sociedades. Es la sabiduría la que encuentra el justo equilibrio en todo. Para nosotros los cristianos, el pecado es la pérdida del justo equilibrio: se prefiere a la creatura antes que al Creador. La misión del ser humano es ser jardinero del jardín del edén. El jardinero tiene el sentido de la justa medida de la poda, del abono, del agua y de los complementos necesarios para que el jardín sea siempre fértil y bello.
Cuando el ser humano entra en una profunda comunión con la propia vida, instintivamente se da cuenta de la medida justa que debe aplicar. Entonces captará la vida como el surgimiento más complejo y misterioso del proceso de la evolución que provoca respeto y reverencia.
El ser humano debe mantener cuidadosamente la justa medida pues de lo contrario la vida pierde su equilibrio y entra en un proceso de caos destructor que será muy largo y del que tal vez nunca se recuperará.
Si queremos afrontar las consecuencias desastrosas del cambio climático, tenemos que educar para aprender a vivir sin excesos, en la justa medida y en el cuidado esencial de todo lo que nos rodea.
