Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común.
Arriesgándose a acoger al otro, se podrá esforzar en relacionarse con él, en crear lazos de solidaridad en una obra común de humanización.
“Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (FT, 77). En el Evangelio todo comienza con un trabajo de humanización; se trata de hacer surgir lo humano,
de dejar la violencia y anudar lazos de fraternidad.
La Escuela Católica de América, a este respecto, tiene como primer objetivo, en nombre del Evangelio, humanizar y entretejer entre todos los seres humanos vínculos de fraternidad, de reconocimiento mutuo, de benevolencia incondicional hacia el otro. Esta humanización/fraternidad es un fín en sí misma. No es una estrategia pastoral para anunciar el Evangelio.