Oscar A. Pérez Sayago
Secretario General
Confederación Interamericana de Educación Católica – CIEC
En la literatura pedagógica actual – libros, audios, videos y revistas – se destaca la promoción de una educación pragmática, para el desarrollo de competencias técnicas que suministren mano de obra para el mundo empresarial o la oportunidad para “subir en la vida”. Sin embargo, la educación católica requiere que se resalten los aspectos humanistas, el desarrollo integral de la persona, la valorización de su mundo interior, la apertura a la trascendencia, el estímulo a una convencia pacífica en la sociedad, la compasión con los descartados, el cuidado con el medio ambiente. Desafortunadamente una mentalidad tecnicista y mercantil de la educación rechaza estos rasgos porque los considera un desperdicio y pierda de tiempo.
El Papa denuncia enérgicamente un modelo educativo desactualizado e inocuo para la actualidad, ya sea en la hegemonía otorgada a los contenidos fragmentarios que propone, o en la pedagogía desconectada de la realidad. Son capaces, desafiaba Francisco a los educadores, de estimular a los alumnos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desatenderse de lo que pasa alrededor? Son capaces de estimularlos a eso? Para eso hay que sacarlos del aula, su mente tiene que salir del aula, su corazón tiene que salir del aula.
La respuesta educativa innovadora es la reconfiguración de la escuela y el remontaje del currículo. Para muchos educadores el currículo se restringe a la malla de contenidos que se debe trabajar en la escuela, cuando en verdad su comprensión es mucho más amplia. El currículo es el conjunto de todos los aportes formativos que se verifican en lo cotidiano de la escuela. Se expresa en los programas, en actividades, experimentos dentro y fuera del salón de clases; en el clima de la institución, en las relaciones entre los actores y grupos que componen la comunidad educativa.
En diversos pronunciamientos el Papa Francisco contribuye con varios elementos para una reconstrucción y revitalización del currículo. Ante todo, el currículo debe ser humanista, incluir prácticas que manifiesten el valor, el potencial, la integralidad de la persona. Debe abrir espacio para que los jóvenes se manifiesten, pues ellos tienen mucho que ofrecer con su entusiasmo, con su compromiso y con su sed de verdad.
El currículo debe ser cuestionador, debe hacerse preguntas para no ser anestesiado por la banalidad. El rescate del sentido humanista y de las finalidades de la escuela es una tarea que les corresponde a los educadores realizar en consulta y diálogo con las familias, los primeros educadores de los alumnos.
Hay algunos temas que el Papa sugiere para reforzar el currículo, como asignatura o como tema transversal: educación crítica, educación de la libertad responsable, educación de la ecología integral. En la Exhortación Amoris Laetitia, Francisco menciona otros aspectos para el currículo: formación ética, apropiación paulatina de valores, educación adecuada para la disciplina y el autocontrol, educación de la emotividad, educación para la fraternidad, vida familiar como contexto educativo, educación sexual positiva y prudente, educación para un estilo de vida austero. Sin embargo, el más importante es la educación para la trascendencia, conforme confiesa Francisco: Para mí, la mayor crisis de la educación desde una perspectiva cristiana es su cierre a la trascendencia.