Oscar A. Pérez Sayago
La compasión es como “la lente del corazón” que nos hace comprender las dimensiones de la realidad, es el lenguaje de Dios, mientras tantas veces el lenguaje humano es la indiferencia.
Francisco
La compasión de entre las virtudes humanas, es la más humana de todas, porque no solo nos abre al otro, como expresión de amor dolorido, sino al otro que sufre y es víctima.
Poco importan la ideología, la religión o el estatus social y cultural de las personas. Como siempre dice el Papa Francisco, debemos permanentemente socorrer a todos los sufren y mostrar compasión hacia ellos, ya se trate de cristianos, musulmanes, judíos, ateos o de cualesquiera otras personas.
La compasión anula estas diferencias y nos hace tender las manos a las víctimas. Quedarnos cínicamente indiferentes indica una suprema deshumanización, que nos transforma en enemigos de nuestra propia humanidad. Ante la desgracia del otro no podemos menos de ser los samaritanos compasivos de la parábola bíblica.
La compasión implica asumir la pasión del otro. Y ponerse en el lugar del otro para estar junto a él, para sufrir con él, para llorar con él, para sentir con él el corazón despedazado. Quizá no tengamos nada que podamos darle y decirle. Pero lo importante es estar junto a él y jamás permitir que sufra sólo.
La compasión tiene algo de singular: no exige ninguna reflexión previa, ni argumento que la fundamente. Simplemente se nos impone porque somos esencialmente seres compasivos.
La otra actitud afín a la compasión , es la solidaridad. Esta obedece a la misma lógica de la compasión. Vamos al encuentro del otro para salvarle la vida, traerle agua, alimentos, abrigo. Y, sobre todo, calor humano. Sabemos que por la antropogénesis que nos hicimos humanos cuando superamos la fase de la búsqueda individual de los medios de subsistencia y empezamos a buscarlos colectivamente y a distribuirlos cooperativamente entre todos.
Lo que nos humanizó entonces por medio de la educación, nos humanizará también ahora.