Oscar A. Pérez Sayago
“no pierdan el sentido del humor por favor. Sepan reírse en comunidad, sepan hacer chistes, y reírse de los chistes que cuenta el otro, no pierdan el sentido del humor, el sentido del humor es una gracia de la alegría y la alegría es una dimensión de la santidad”.
Francisco
Todos los seres vivos superiores poseen un acentuado sentido lúdico. Pero el humor es propio de los seres humanos.
El humor solo puede ser entendido a partir de la profundidad del ser humano. Su característica es ser un proyecto infinito, portador de inagotables deseos, utopías, sueños y fantasías.
En el humor se vive el sentimiento de alivio del peso de las limitaciones y el placer de ver que son relativas y no tienen la importancia que ellas mismas se dan. Detrás del humor está la creatividad, propia del ser humano. Por más que haya constreñimientos naturales y sociales siempre hay espacio para crear algo nuevo. Si así no fuera, no existirían genios en la ciencia, en las artes y en el pensamiento.
El humor es señal de que nos es imposible definir al ser humano dentro de un marco establecido. En su ser más profundo y verdadero, es un creador, y es libre.
Acertado estaba aquel filósofo que escribe: la esencia secreta del humor reside en la fuerza de la actitud religiosa. Pues el humor ve las cosas humanas y divinas en su ineficiencia delante de Dios. A partir de la seriedad de Dios, el ser humano sonríe ante las seriedades humanas que tienen la pretensión de ser absolutamente verdaderas y serias, y que delante de Dios no son nada.
Quien vive centrado en Dios tiene motivos para cultivar el humor. Relativiza las seriedades terrenales, hasta los propios defectos, y es un ser libre de preocupaciones.
De ahí la importancia de que la escuela ayude a los niños y jóvenes a conservar la serenidad, a vivir en estado de buen humor y desarrollarlo constantemente en la vida.