Oscar A. Pérez Sayago
Más que educar lo que es el amor y la cordialidad, lo que importa es vivir el amor y la cordialidad. Por tanto, son las prácticas y no las prédicas las que efectivamente cuentan.
La cordialidad es una cualidad existencial, es decir una forma de estructuración del ser humano en aquello que le hace humano. El cuidado es el artesano de nuestra humanidad, pues pertenece a la esencia del ser humano. La cordialidad es resonancia del cuidado esencial.
La cordialidad es la capacidad de captar la dimensión de valor presente en las personas y en las cosas. Lo decisivo no son los hechos, sino lo que los hechos suponen como lecciones y significaciones capaces de transformarnos. Aquí surge la dimensión de valor, de aquello que cuenta, que tiene peso y que definitivamente nos interesa. El valor transforma los hechos en símbolos y sacramentos menciona Leonardo Boff. Dejan de ser hechos simplemente acontecidos y pasados, pero se convierten en portadores de evocación, de significación y de memoria.
Es propio del corazón captar la dimensión valorativa del ser en su totalidad y en sus manifestaciones en los entes concretos. Cordialidad significa el modo de ser que descubre un corazón palpitante en cada cosa, en cada piedra, en cada estrella y en cada persona. Es la actitud que tan bien retrata el Principito: solo se ve bien con el corazón.
La cordialidad supone la capacidad de sentir el corazón del otro y el corazón secreto de todas las cosas. La persona cordial ausculta, pega el oído a la realidad, presta atención, pone cuidado en todas las cosas y trata humanamente a sus semejantes, con respeto, acogida y benevolencia.
Después de la escucha, “podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente”. Hablar con el corazón, “comunicar cordialmente, quiere decir que quien nos lee o nos escucha capta nuestra participación en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Quien habla así quiere bien al otro, porque se preocupa por él y custodia su libertad sin violarla”
Francisco