Por: Isabel Corpas de Posada
Como investigadora del hecho religioso, campo en el que actualmente me desempeño, y como profesora de religión, actividad que compartí durante casi 30 años con la cátedra universitaria, quiero plantear algunos interrogantes y unas cuantas inquietudes en torno a la educación religiosa escolar.
Los interrogantes tienen que ver con la eficacia de la educación religiosa escolar en un país de mayorías católicas, donde la violencia, la injusticia, la corrupción y la intolerancia, amén de todas las formas de falta de respeto por la vida, por la honra y por los bienes de los demás, por sólo citar algunos de los síntomas de descomposición social, son noticia diaria.
Me pregunto, como teóloga y como creyente, si los actores de este cuadro, probablemente católicos en su mayoría, recibieron educación religiosa como parte del pénsum escolar obligatorio y qué les enseñaron en las clases de religión católica que durante más de cien años fueron obligatorias en todas las instituciones educativas. Me pregunto si la religión que les enseñaron apuntaba a una fe reducida a una práctica religiosa que asegura la otra vida pero no tiene consecuencias de orden práctico en la vida diaria.
Pero la fe no es solamente practicar unos ritos. La fe es un compromiso. Y la fe en Jesucristo, que es el núcleo de la fe católica, se manifiesta en un estilo de vida caracterizado principalmente por la solidaridad y el respeto vividos en el aquí y en el ahora. Por eso la fe cristiana y católica conlleva un compromiso con la realidad: simplemente porque la comunión con Dios y entre las personas, consecuencia de la fe en Jesucristo, toca profundamente las relaciones económicas, sociales y políticas, y se traduce en un proyecto real y efectivo de lograr la convivencia. Que es la tarea de todos los bautizados y bautizadas, responsables de construir la convivencia social a partir del ejercicio de la justicia y la solidaridad, el respeto y el servicio..
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