Enseñar y aprender en la sociedad digital
- Categorías Pedagogía e innovación
- Fecha 26 febrero, 2021
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Así se titula un texto de Carina Cabo, experta argentina en educación, que es muy pertinente para definir el gran reto que en estos momentos enfrentan nuestros sistemas educativos como consecuencia de los efectos de la pandemia y, más aun, lo que será su futuro una vez superemos esta crisis; un futuro que, como hemos expuesto en repetidas ocasiones, no debe volver a la inercia de un pasado injusto e ineficaz, sino que debe construirse desde la innovación para ser transformador.
No en vano, la pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto la grave inequidad de nuestra educación. Por un lado, están los privilegiados alumnos que en sus escuelas y hogares tienen conectividad y dispositivos (menos del 50 % en Centroamérica) y que, gracias a ello, cuentan con profesores capacitados y contenidos educativos virtualizados, han podido tener continuidad educativa durante el confinamiento. Por otro lado, una relativa mayoría ha visto interrumpida su escolaridad, no tienen conectividad en sus centros educativos ni en sus domicilios, y sus profesores no dominan competencias y habilidades digitales. Una realidad que tendrá efectos negativos en sus vidas.
La pandemia ha puesto de manifiesto la existencia de una acusada brecha digital que provoca una injusta brecha educativa y una indeseable brecha social, tanto en términos de bienestar personal como para la mejora de la productividad y la competitividad de nuestros países.
De acuerdo con un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y de Naciones Unidas, la tecnología y la transformación digital pueden contribuir de manera decisiva a salir pronto y de la mejor manera posible de esta grave crisis. Con esa estrategia de digitalización se podrán superar las graves brechas existentes y hacer frente a lo que ese informe califica como las trampas del desarrollo en nuestra región.
Para la escuela, la alternativa a la situación discriminatoria actual es contar con un modelo educativo híbrido o combinado en el que todos y todas, por igual, desde la educación infantil hasta la educación superior, tengan la siempre imprescindible atención educativa presencial y, junto a ella, la educación virtual. Es decir, superar la inequidad actual y transformar nuestros sistemas a través de la tecnología y la digitalización: una tarea compleja, que no complicada, pero urgente.
Francesc Pedró, directivo de UNESCO y uno de los más acreditados investigadores en la materia, tituló un informe suyo como Tecnologías para la transformación de la educación. En él se pone de manifiesto que la tecnología, por sí misma, no produce automáticas mejoras educativas en los procesos de aprendizaje y, por ello, no contribuye de manera relevante a transformar la educación. A no ser, y ahí radica lo más importante de ese estudio, cuyas conclusiones son similares a otros realizados por el BID y OEI, que la tecnología se ponga al servicio de la escuela y su proyecto educativo, de los alumnos, de los docentes y de la dirección del centro y, en fin, de un modelo pedagógico bien definido. En esos casos, el éxito está asegurado.
Un análisis que pone de manifiesto la ineficacia demostrada por los numerosos proyectos desarrollados en Iberoamérica dedicados a la compra y suministro masivo de computadoras y contenidos educativos digitales preelaborados a miles de kilómetros. Salvo para los intereses de la industria y la mejora de la conectividad, todas las investigaciones realizadas sobre sus efectos de mejora educativa coinciden en demostrar que ha sido irrelevante.
¿Cuál es la pregunta entonces? Pues bien, la que se hace el autor citado, Francesc Pedró, en otra obra de su autoría: Tecnología y escuela: lo que funciona y por qué, en la que identifica los factores de éxito, como son:
• enmarcar estos programas en las denominadas competencias para el siglo XXI,
• construirlos sobre currículos renovados distintos a los enciclopédicos habituales,
• capacitar a los docentes en competencias y habilidades digitales, haciéndoles conscientes de que no se trata de algo potestativo de su elección, sino que es parte de su responsabilidad e ineludible compromiso profesional,
• promover, a través de la tecnología, el desarrollo de competencias y adquisición de aprendizajes activos, participativos y reflexivos y, por supuesto,
• contar con un sistema de evaluación y monitoreo.
Y, añado, que responda a un proyecto de escuela digital y no una cuestión particular de cada docente: más escuela y menos salón de clases.
¿Cómo y quién debe llevar adelante este histórico proceso de transformación educativa a través de la tecnología y la digitalización? En cuanto al cómo, siempre a partir del ejemplo de buenas prácticas sin importar donde se hayan realizado, y desde la evidencia que ellas y los datos aportan para construir políticas públicas con garantías de éxito. En cuanto al quién, es obvio que, en primer lugar, los poderes públicos: es su gran oportunidad y su mayor responsabilidad. Y, en segundo lugar, contando con el apoyo de la academia, expertos reconocidos y las organizaciones de cooperación especializadas en educación, que cuentan con amplia experiencia y competencia.
Para asegurar buenos resultados en este reto hay que evitar todo aquello que no demuestre competencia y experiencia: las buenas intenciones y el voluntarismo no son garantía. Si a la ópera hay que asistir ya tosido, a los programas de mejora educativa no se viene a aprender, hay que llegar experimentado, con amplia competencia, solventes referencias y dispuestos a asumir responsabilidades.
Autor: Mariano Jabonero
Publicado por: www.laprensagrafica.com
Fecha de consulta: 26/02/2021