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Bogotá, Colombia - América

10 AÑOS CON FRANCISCO, EL PAPA DEL “FIN DEL MUNDO”

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En Roma eran las 8:12 p.m. del miércoles 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal francés Jean-Louis Touran anunciaba ante una Plaza de San Pedro abarrotada de fieles, peregrinos y curiosos, el esperado “habemus Papam” (tenemos Papa).

Con su delgada voz, el camarlengo continuó diciendo en medio de la multitud eufórica: “el eminentísimo y reverendísimo señor, don Jorge Mario, cardenal de la santa Iglesia romana, Bergoglio, quien se ha impuesto el nombre de Francisco”.

Lo dijo en latín –siguiendo una de las costumbres más antiguas de la Iglesia–, y muchos de los que seguíamos al detalle lo que ocurría en el cónclave, fumata tras fumata, a pesar el hermetismo de la Capilla Sixtina, nos preguntábamos si habíamos escuchado bien: “¿el nuevo Papa es el arzobispo de Buenos Aires?”, indagué a Javier Darío Restrepo, quien se encontraba al otro lado de la línea telefónica.

Nos quedamos en silencio por un momento. Nuestras dudas fueron disipadas casi enseguida cuando vimos que Bergoglio se asomaba al balcón: “hermanos y hermanas, buenas tardes [la gente estalló de alegría… y no solo en el Vaticano], como saben el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… pero aquí estamos”.

Foto: istock - EFE
13 de marzo de 2013. Por primera vez en 2.000 años un latinoamericano asumía, como Papa, el liderazgo de la Iglesia católica.

En medio de la tempestad desatada por la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, el 11 de febrero de 2013, y ante la incertidumbre que suscitó la sede vacante de Pedro desde el 28 de febrero, cuando el mundo vio marcharse del Vaticano a Ratzinger, en un helicóptero, rumbo a Castel Gandolfo –la residencia de verano de los Papas–, el 266.º sucesor de Pedro traía nuevos y ‘buenos aires’. Era la primera vez en 2.000 años que un latinoamericano asumía, como Papa, el liderazgo de la Iglesia católica. También era la primera vez que un jesuita ocupaba la Silla Petrina.

Aquel 13 de marzo, su primer gesto como Obispo de Roma marcaba el inicio de un nuevo tiempo o, quizás, de una nueva forma de gobernanza en la Iglesia: “comenzamos este camino, obispo y pueblo… un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros”, dijo, luego de orar por el Papa Emérito. Acto seguido, pidió la bendición de Dios a través de la gente: “antes que el obispo bendiga al pueblo les pido que pidan al Señor para que me bendiga. La plegaria del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagámoslo en silencio”. Desde entonces, y durante estos diez años de Pontificado, Francisco suele concluir sus intervenciones con el mismo pedido: “recen por mí”.

Un Pontificado diferente

Muy pronto la Curia romana y el mundo entero comenzó a conocer quién era el Papa argentino venido del “fin del mundo” que no cambió sus zapatos negros –los mismos con los que recorría las calles de Buenos Aires y los asentamientos de las periferias–, por los zapatos rojos de sus antecesores; tampoco habitó el Palacio Apostólico destinado a los pontífices, sino que prefirió trasladarse a la residencia de Santa Marta, donde comparte la vida con quienes pasan por allí.

En estos 10 años, uno de los logros del papa ha sido la total reforma de la gestión de las arcas del Vaticano que habían sido objeto de enormes irregularidades,

“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.

“Es gesto de ‘dislocación’ del Papa que impacta profundamente”, comenta la argentina Emilce Cuda, doctora en teología y secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina en el Vaticano, al explicar que “Francisco ha localizado las cosas en otros espacios, como también lo hace al nombrar cardenales y prefectos [cargos de gran responsabilidad en el gobierno de la Iglesia] de las periferias”. “Cuando el Papa pone la voz de las periferias en lugares de decisión en la Santa Sede, estamos ante una dislocación”.

Cuda es considerada una de las académicas que mejor conoce el pensamiento del Papa Francisco y su perspectiva política, al tiempo que goza de su confianza: es una de las mujeres que el Papa ha nombrado en puestos de alta responsabilidad en la Curia Romana, junto con la religiosa italiana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y la religiosa francesa Nathalie Becquart, subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, entre otras, incluyendo la directora de los Museos del Vaticano, la italiana Barbara Jatta.

¿Ha cambiado la situación de las mujeres en el Vaticano en los últimos 10 años? La pregunta podría abordarse desde múltiples miradas. En cifras, de 846 mujeres que trabajaban en el Vaticano en 2013, se ha pasado a 1.165 en una década, al punto que, de cuatro empleados de la Santa Sede, una es mujer. Si bien hay un largo camino por recorrer aún, Cuda considera que “hay miles de conferencias sobre la mujer, la defensa de género, se juega con el lenguaje, con el discurso, pero hacer visible a la mujer no es solamente hacer eventos sobre la mujer, ni tampoco escucharlas como si fueran un sillón de psicoanálisis; hacer visible a las mujeres es ponerlas en los lugares de decisión y eso ha hecho el Papa en el Vaticano en estos últimos años”. El propio pontífice ha dicho que “la inclusión de la mujer no es una moda feminista, es un acto de justicia”, y ha manifestado que allí donde hay mujeres en la toma de decisiones en la Santa Sede, los temas avanzan mejor, con mayor celeridad.

La revolución de Francisco

A su llegada al “trono de Pedro”, el pontífice argentino tuvo claro que uno de sus objetivos era la lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia y la escucha a las víctimas.

Por supuesto, no todos han abrazado con entusiasmo la “revolución” de Francisco en el seno de la Iglesia, ni sus decisión de conducir la Barca de Pedro hacia las periferias geográficas y existenciales, despojándola de prebendas milenarias, propias de los principados, para redefinir su identidad como “Iglesia en salida”, “pobre para los pobres”, fiel a sus orígenes y dispuesta a pedir perdón, a curar las heridas, y a anteponer la misericordia como criterio pastoral. De hecho, en Evangelii Gaudium, la exhortación apostólica que publicó ocho meses después de su elección, en la que trazó el su ‘plan de gobierno’, el Papa latinoamericano afirmó con vehemencia: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.

Esta perspectiva ha estado presente en cada uno de sus gestos y en sus palabras a lo largo de estos años. Para el periodista inglés Austen Ivereigh, biógrafo del Papa, “la ‘gran reforma’ de Francisco ha tenido como objetivo global ayudar a abrir la Iglesia a la acción del Espíritu Santo y volver a arraigar mejor a la institución en el Pueblo de Dios como respuesta al momento histórico que estamos viviendo, el llamado ‘cambio de época’”. De ahí que “ha buscado que la Iglesia evangelice, salga de sí hacia las fronteras y periferias de nuestra humanidad con el bálsamo de la misericordia de Dios, porque hoy en día la Iglesia evangeliza primero a través de la experiencia de la misericordia de Dios, y no tanto por medio la moralización a través de la cultura, la ley y las instituciones”, asevera Ivereigh.

“Su impronta como Papa latinoamericano también ha estado presente cuando nos llama a ser ‘pastores con olor a oveja’, cercanos a la gente, llamándonos a la conversión y a la salida misionera”.

“Cuando el Papa nos convocó al Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, nos dio a entender que la misericordia debe ser el centro de las actitudes de nosotros los cristianos”, recuerda el arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda Aparicio. “Su impronta como Papa latinoamericano también ha estado presente cuando nos llama a ser ‘pastores con olor a oveja’, cercanos a la gente, llamándonos a la conversión y a la salida misionera”, añade el también Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.

¿Por qué las resistencias internas a su Pontificado? ¿Qué es lo que suscita el ‘fuego amigo’ contra el Obispo de Roma? “A lo largo de estos 10 años estamos atravesando un cambio de cultura eclesial, que Francisco resume en la imagen del hospital en el campo de batalla”, responde el biógrafo del Papa, ponderando que “el sínodo actual por el que atraviesa la Iglesia ha sido clave, porque da un especial protagonismo al Pueblo de Dios y al Espíritu Santo”. Dicho en otras palabras, al empoderar a todos los bautizados y animarlos a participar en la misión de la Iglesia, sin importar que sean religiosos, laicos, obispos o cardenales, Francisco está combatiendo las enfermedades que él mismo ha denunciado en múltiples oportunidades: la autorreferencialidad, el clericalismo, el abuso de poder en la Iglesia. “La reforma es, pues, una invitación a una conversión misionera y pastoral, a través de la conversión sinodal”, apostilla Austen Ivereigh, y sinodalidad no es otra cosa que “caminar juntos”, superando los modelos piramidales y suscitando formas de gobernanza más participativas y colaborativas.

Liderazgo político

Pobreza, migrantes, defensa del medio ambiente. Con Francisco se ha introducido un nuevo lenguaje en la Iglesia católica.

“de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores. Por ello, en esta coyuntura crítica, nuestro deber es repensar el futuro de nuestra casa común y proyecto común”.

Con todo, el liderazgo y la fuerza política de Francisco ha trascendido el fuero eclesiástico. Desde su primer viaje fuera de Roma, a la isla de Lampedusa, hasta su último viaje apostólico a África, donde visitó la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, ha dejado clara su radical opción por la defensa de los últimos, de los más vulnerables y excluidos de la sociedad, al aproximarse a las realidades de los migrantes y refugiados, de las víctimas de la guerra y del genocidio, de quienes sufren el flagelo de la trata, y al abogar por la fraternidad universal, por la acogida e inclusión, por la paz y por la reconciliación –como lo ha manifestado una y otra vez desde el inicio de la guerra en Ucrania–.

También se ha plantado ante el cambio climático y el deterioro del planeta. “Ha escrito la encíclica Laudato si’ que tal vez es la más leída en ambientes externos a la Iglesia, porque se pronuncia a favor del cuidado de la casa común, de una ecología integral, y nos recuerda que la solución para salvar el planeta está en manos de todos”, comenta el arzobispo de Bogotá. Su mensaje a las Naciones Unidas en 2020 así lo confirma: “de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores. Por ello, en esta coyuntura crítica, nuestro deber es repensar el futuro de nuestra casa común y proyecto común. Es una tarea compleja, que requiere honestidad y coherencia en el diálogo, a fin de mejorar el multilateralismo y la cooperación entre los Estados. Esta crisis subraya aún más los límites de nuestra autosuficiencia y común fragilidad y nos plantea explicitarnos claramente cómo queremos salir: mejores o peores”.

“Ante la política corrupta y el populismo, Francisco reivindicar la política como la forma más alta de caridad”, asegura Emilce Cuda. “Por eso escribe la encíclica Fratelli Tutti, donde dice también que la mejor política es la organización de la comunidad, una organización que es unidad en la diferencia, no un totalitarismo que aniquila la diferencia, y esa organización política no sólo la impulsa a nivel de cada país y de cada institución, sino a nivel internacional, y como Iglesia lo ha puesto en práctica en el diálogo ecuménico e interreligioso, un diálogo que ahora convocando a los líderes religiosos para hacerse cargo de los problemas sociales y socio-ambientales para unir fuerzas y poder abonar el terreno de la mejor política, con fundamento ético religioso”, concluye la teóloga argentina.

Cuando Bergoglio fue elegido Papa, el cardenal brasileño Cláudio Hummes estaba a su lado y le susurró en el oído: “no te olvides de los pobres”. Entonces el primer Papa latinoamericano eligió el nombre de Francisco, recordando al ‘poverello de Asis’ que se sintió llamado a restaurar la Iglesia, escuchando el clamor de los más pobres y el grito de la Tierra. Por ahí pasan las claves para entender estos 10 años de pontificado.

*Consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.

ÓSCAR ELIZALDE PRADA*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
11 de marzo 2023, 02:17 P. M.

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