Es miembro de la Comisión sobre los Futuros de la Educación de la Unesco y ha escrito el reciente informe “Reimaginar Juntos Nuestros Futuros. Un Nuevo Contrato Social Para la Educación”. Es catedrático de Educación Internacional en la Universidad de Harvard, donde dirige la Iniciativa de Innovación en Educación Global y el programa de Máster de Política Educativa Internacional. Autor de 45 libros académicos, es experto en educación global, su docencia e investigación se centran en el conocimiento de cómo educar a niños, niñas y jóvenes en el siglo xxi.
En el congreso virtual de educación de SM, Ciento Volando, presentas el Informe de la Unesco “Los futuros de la educación”, editado en español por la Fundación SM. ¿Cuál es la conclusión fundamental que se extrae de este completo estudio? ¿Cuáles serán los grandes retos educativos de aquí a 2050?
En sus setenta y siete años de historia, la Unesco ha encargado tres veces a comisiones de expertos independientes la elaboración de un informe sobre la educación y el futuro. La primera en 1968, que produjo el informe “Aprender a Ser” publicado en 1972. La segunda en 1992, que produjo el informe “La Educación Encierra un Tesoro” publicado en 1996. La tercera en 2019, que produjo el informe “Reimaginar Juntos Nuestros Futuros. Un Nuevo Contrato Social para la Educación” publicado en noviembre de 2021, y que se publicará en español por la Fundación SM este año.
El informe tiene tres secciones. La primera da cuenta de los principales desafíos que confronta la humanidad y propone que la educación sea relevante a afrontar estos desafíos. Estos son las amenazas a los derechos humanos, los de la gobernanza democrática y la fragilidad de la democracia; los desafíos de la desigualdad, violencia y fragmentación social; los del cambio climático y los que resultan del desarrollo de la inteligencia artificial que transformará las oportunidades de trabajo y las formas de asociación. La segunda propone la transformación de la cultura educativa, reimaginando la pedagogía, el currículo, la profesión docente, la organización educativa y la creación de un ecosistema que garantice el acceso a oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida. La tercera sección habla de las acciones catalíticas que permitirán dicha transformación: el diálogo social pleno, participativo y democrático; la investigación y el desarrollo; la integración de la universidad con sistemas educativos y una mejor y más profunda solidaridad y cooperación internacional.
“Las competencias del siglo xxi deben permitir a los estudiantes comprender las causas del cambio climático para que los motive a ser parte de la solución”
La Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, a la que la Unesco encargó este informe, destaca la necesidad de incluir en los planes de estudio la concienciación por el cuidado del medioambiente. ¿Cómo debe trabajarse esta vertiente ecológica desde las escuelas? ¿Qué otras competencias tendrá la educación del futuro?
Efectivamente, la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación destaca la importancia de que la educación desarrolle las capacidades que permitan adaptarse a, mitigar y revertir el cambio climático. Esto requiere, por supuesto, comprender los procesos que dan cuenta del cambio climático, pero requiere mucho más, requiere de capacidades individuales y colectivas que permitan adaptarse, mitigar y revertir dicho proceso. Esto implica reimaginar tecnologías —por ejemplo, desarrollar fuentes energéticas más limpias— reimaginar formas de vida —el desarrollo de economías circulares, por ejemplo, la reducción de la distancia entre lugares de vida y de trabajo—y de invención —por ejemplo, las investigaciones actuales para colocar nanopartículas en la atmosfera que deflecten algunas radiaciones solares—. Es decir, crear oportunidades de aprendizaje relevantes al cambio climático debe desarrollar un espectro amplio de competencias, las llamadas competencias del siglo xxi, o formación integral, que permita a los estudiantes comprender en profundidad las causas del cambio climático, que los motive a tomar responsabilidad para ser parte de la solución, con la imaginación y las capacidades científicas y tecnológicas para inventar soluciones, y con la perseverancia y compromiso para participar en crear soluciones a este tema a lo largo de su vida.
Vivimos cada vez más sumidos en la incertidumbre de un mundo cambiante y complejo. ¿Los centros educativos deben replantearse su modo de enseñar? ¿Debe la educación enfocarse en ser la llave del cambio, creando ciudadanos globales, críticos y con herramientas para transformar el mundo que los rodea?
Efectivamente, una de las principales diferencias de este reciente informe sobre los Futuros de la Educación y los dos anteriores, es que el mismo está dirigido no solamente a los gobernantes y ministros de educación, sino a la población entera, a estudiantes, profesores, familias, organizaciones de la sociedad civil. En el entendido de que la cultura educativa no la decreta un Gobierno, sino es el resultado de lo que hacemos todos en nuestro hacer de cada día, en nuestras maneras de comprender para qué, y cómo se enseña, y qué significa enseñar y aprender, y cuáles son los roles, los valores y las normas que guían la enseñanza. La Comisión, en este reciente informe, invita a reimaginarse la respuesta a estas preguntas, comenzando por un análisis, en cada centro educativo, de los principales desafíos que confrontamos, y a partir de ahí preguntarse qué debemos reimaginar, que debemos seguir haciendo, que debemos hacer de nuevo.